Martín Rodríguez Pellecer debe ser investigado
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He seguido el caso de Martín Rodríguez Pellecer y lo que veo es un linchamiento mediático parecido a otros que viví de cerca: el de Julian Assange y el de Jacob Appelbaum, ambos amigos míos.


La situación es peligrosa para todos los involucrados: en primer lugar, para las mujeres que le confiaron sus relatos e identidad a Catalina Ruiz-Navarro; pero también para la familia de Rodríguez Pellecer, para el propio Martín, para la ciudadanía en general, para el avance de la causa feminista, para los legisladores y fiscales de Guatemala y para los periodistas y comunicadores que moldeamos la opinión pública.

No soy amigo de Martín, pero sí lo conozco: nos juntamos dos veces para charlar de nuestras pasiones compartidas: el oficio periodístico y los problemas de Guatemala. Escribo este texto solidarizándome, ante y sobre todo, con la búsqueda de justicia de las mujeres que dieron su testimonio.

Voy a centrarme en tres puntos que considero de máxima importancia en este caso: 1) la falta de rigor y de ética periodística en los dos artículos publicados por Catalina Ruiz-Navarro, 2) el riesgo al que los protagonistas han sido expuestos, y 3) el imperativo de realizar una investigación profunda, seria y autónoma; sobre todo por la manera en que Ruiz-Navarro decidió ventilar el caso, e independientemente de si las mujeres que prestaron su testimonio deciden participar o no.

1) Rigor y ética periodística

Catalina Ruiz-Navarro grabó y editó testimonios, citó algunas definiciones de organizaciones internacionales y expresó su opinión sobre los señalamientos; pero no sabemos cómo se cercioró (si es que lo hizo) de la veracidad de los testimonios.

Una regla fundamental del periodismo obliga a verificar la información que le brindan sus fuentes. Ruiz-Navarro omitió esta cláusula y al hacerlo le ha fallado a sus lectores, a las mujeres con quienes se entrevistó, a Rodríguez Pellecer, a la familia de éste y al movimiento feminista que ella dice representar.

Verificar no es fácil. Hace falta recoger la versión de cada una de las partes en conflicto, analizar los enunciados, confrontar las discrepancias. Ella no lo hizo. Menciona algunos testigos, pero no hurga lo suficiente ni aprovecha esa veta ni pareciera querer ir más allá de lo que obtuvo de primera mano. Es altamente probable que entre los involucrados haya habido un vaivén de mensajes de Whatsapp o similares. ¿Intentó la columnista acceder a ellos? De ahí podrían surgir indicios que confirmen o desmientan las hipótesis puestas a prueba.

¿Por qué el primero de los textos de Ruiz-Navarro se publica de manera tan apresurada? ¿Buscaba acaso una primicia? ¿Por qué no tomarse el tiempo de investigar más? Sólo ella puede responder esas preguntas. Espero que lo haga.

‪‪Es importante hablar del derecho de respuesta. Rodríguez Pellecer tuvo en sus manos las preguntas (relacionadas con eventos que afectarían todos los aspectos de su vida y la de su familia, así como la reputación de Nómada) exactamente una hora y cuarenta y nueve minutos antes de publicarse la nota. Ese fue el lapso de tiempo que Ruiz-Navarro le dio para responder seis preguntas vagas, genéricas y sin contexto como derecho de respuesta.

Rodríguez Pellecer no tuvo acceso a ninguno de los señalamientos en su contra, algo imperdonable en una investigación periodística que se respete. ¿Cómo puede un individuo dar su versión sobre señalamientos que desconoce? ¿Por qué Ruiz-Navarro no permitió que Martín accediera a las acusaciones ni le otorgó un tiempo prudencial para que respondiera? Si un hombre es señalado en una investigación periodística, ¿es menos relevante su testimonio? ¿Es posible construir una narrativa sólida sin investigar a fondo la versión del imputado? Ruiz-Navarro hizo pensar a sus lectores que investigó a fondo a Rodríguez Pellecer, pero no fue así: Ruiz-Navarro manipuló y defraudó a sus lectores. Hasta hoy no hay nadie que haya investigado a Rodríguez Pellecer.

2) Los potenciales riesgos para todos los involucrados

Espero que Catalina Ruiz-Navarro les haya explicado, a las mujeres que le confiaron su identidad y sus narrativas, los peligros de usar el ámbito público como primera instancia para sus denuncias. Espero que les haya explicado que, al publicar sus historias (en vez de hacerlo por la vía de la comisión externa de Nómada y/o por la vía legal), ha hecho de este caso algo netamente político en una plataforma donde cualquiera puede decir lo que sea sobre cualquiera, con impunidad.

Hoy los reproches son sobre todo contra Martín. En redes sociales lo catalogaron de femicida y violador, pero el asedio no termina ahí: los ataques han embarrado también a su familia. No hay garantías que impidan que mañana alguien decida arremeter en contra de una, varias o todas las mujeres que compartieron sus relatos, y eso es algo que a Ruiz-Navarro pareciera no importarle en absoluto.

Espero también que Ruiz-Navarro le haya explicado a cada una de las involucradas que no puede asegurarles el anonimato. Varias personas conocen sus identidades. A mí me bastó una sola llamada para averiguar quién es una de las mujeres. Supe así –con palabras que me niego a repetir– de algunas relaciones conflictivas que tuvo en el pasado. Menciono esto para dejar en claro lo fácil que puede crecer una ola basada en dimes y diretes.

Ruiz-Navarro dice que las mujeres no tienen por qué someterse a la revictimización, pero usar el ámbito público como primera instancia para denunciar un caso de esta naturaleza no sólo es el camino más rápido a la revictimización sino también el más duradero y, peor aún, uno que no le hace justicia a nadie: ni a las supuestas víctimas, ni al supuesto agresor, ni al feminismo, ni al público. Las víctimas merecen toda nuestra consideración, toda nuestra protección y todo nuestro respeto. No hay motivos para exponerlas innecesariamente.

3) Por qué es necesario investigar a Martín Rodríguez Pellecer

Ruiz-Navarro se ufana de haber realizado una “investigación periodística rigurosa” y que, por lo tanto, no hace falta emprender más averiguaciones. Sabemos que esto no es cierto. Es imprescindible una investigación independiente en la que se escuche, con respeto, a todas las partes. La presunción de inocencia es un derecho soberano, no un indulto discrecional.

Al respecto conviene destacar el aporte de Agencia Ocote, que por un lado le regatea a Martín el derecho a la presunción de inocencia pero que, por otro lado, establece que ninguno de los hechos que se le atribuyen es un crimen de acuerdo a la legislación guatemalteca. Los diputados deben corregir de inmediato este problema: el acoso debe ser cuidadosamente analizado y normado.

Existen pocas posibilidades de que Rodríguez Pellecer sea investigado por las cortes de justicia, así que hay que buscar otras maneras de resolver el problema; tal vez formando una comisión externa de carácter privado como la que Nómada propuso, tal vez mediante una investigación periodística profesional. Ruiz-Navarro asegura que las supuestas víctimas no desean participar: de ser este el caso, los avances deben emprenderse con la información que ya existe. Sólo así se llegará lo más cerca de la verdad y podrá lograrse lo más parecido a la justicia, algo esencial para el feminismo y su lucha por evitar que sigan ocurriendo nuevos abusos con nuevas víctimas.

‪Hago un llamado a toda persona que se sienta comprometida con la búsqueda de la veracidad: los exhorto a investigar el caso y a exigir que el consejo administrativo de Nómada nos informe de las conclusiones del peritaje independiente que encargó realizar hace casi dos meses. Martín Rodríguez Pellecer debe ser investigado.

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