Radio Ocote
Yo, macho // Cazadores de mitos
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¿Es posible pensar otras masculinidades no ligadas a la violencia? ¿Qué puede hacer un hombre para empezar a cuestionarse? En este episodio junto a Gabriel Álvarez, psicólogo y experto en temas de género, cazaremos esos mitos que normalizan la violencia de género y trataremos de explorar algunos ejercicios que permiten deconstruir la imagen del macho violento. Ejercicios que ponen en el centro a la ternura.



GUION

Gabriel Álvarez: Él habla sobre que ha hecho muchas veces a hombres jóvenes. La pregunta de qué si alguna vez han sido han estado expuestos a violencia. Y ellos dicen que no. ¿Luego les reafirma la pregunta, alguna vez te peleaste en la escuela? No, pues sí, ¿y cuál fue la consecuencia? Pues me desviaron el tabique, pero pues una vez me rompí esto. Y entonces como también no reconocemos como violencia muchas de nuestras prácticas, porque se ha interiorizado que la violencia es parte de la naturaleza de los hombres.

Roberto Samayoa Ochoa: ¿Escuchaste alguna vez el “así son los hombres” después de que ocurriera un hecho violento? ¿Cuántas veces te dijeron que pegar era algo de machos o te repitieron el famoso: “no dejés que te toquen la cara”? ¿Alguna vez saliste golpeado o golpeaste a alguien? Es muy probable que tu respuesta sea sí. Recién escuchaste a Gabriel Álvarez, psicólogo guatemalteco que ha dedicado parte de su vida a estudiar y trabajar con hombres temas sobre género y masculinidad. Gabriel nos habla sobre una pregunta básica que otro experto, el doctor Juan Guillermo, le hacía a jóvenes para demostrar los procesos de normalización de la violencia. Porque sí, eso que a todos nos parecía algo propio del ser hombres, resulta que también es un mito.

Narradora:  Te damos la bienvenida al cuarto y último episodio de nuestra serie YoMacho, el espacio de Radio Ocote para hablar sobre otras formas de masculinidad. Si llegaste hasta aquí es porque quizás escuchaste los episodios anteriores donde hablamos de cómo los hombres aprendían la violencia, de lo mucho que tiene que ver este aprendizaje con la violencia de género y de las grandes consecuencias que tiene el patriarcado: la estructura social que provoca relaciones de poder desiguales y opresoras.  Si aún no los has escuchado, te recomendamos que lo hagas.

 En este último episodio, con ayuda de Gabriel Álvarez, vamos a desmitificar algunas creencias que normalizan la violencia de género. Además, tomaremos un tiempo para dar algunos ejercicios que permiten deconstruir esa imagen de macho que, hasta ahora, hemos expuesto no trae muchas cosas buenas para nadie. A través de la deconstrucción es posible sembrar el camino para algo básico: reconocer, respetar y promover el derecho a la igualdad y no discriminación de todas las personas. Soy Melisa Rabanales.

Roberto Samayoa Ochoa: Y yo soy Roberto Samayoa Ochoa. Te invitamos a que nos acompañes,  a que nos hagamos preguntas y, ojalá, encontremos respuestas.

Narradora: Al inicio del episodio hablábamos sobre frases hechas, ¿gastadas? que nos han repetido hasta el cansancio. ¡Qué exagerados!”, “¡pero si no es para tanto!”, “¡Quien te quiere, te aporrea!”, “¡Te pego para que aprendás” o “A mí de chiquito me pegaron y no pasó nada”. Son palabras, pero las palabras también construyen la realidad y permite que existan relaciones desiguales entre los hombres y las mujeres. Una narrativa que justifica a los hombres violentos, que hace que los gestos y las palabras violentas sean aceptadas por la sociedad. Estos son algunos mitos que  Maite Gorrotxategi y Oriola de Haro, recopilaron en el documento “Materiales didácticos para la prevención de la violencia de género. Hoy vamos a cazar algunos mitos.

Roberto: Mito número 1 “Un hombre no maltrata porque sí; algo hizo ella para provocarlo.”

Roberto: Los hombres agresores basan su autoestima en la capacidad para controlar y dominar por lo que, al conseguir la sumisión, se sienten satisfechos. El hombre agresor interpreta como provocación que la mujer tenga y exprese sus propios deseos y opiniones y se comporte según los mismos. Detrás de esto subyace la idea de que la mujer es propiedad y servidumbre (como en el patriarcado) y está para servirme ya sea comida, cuidado o sexo, y ese es uno de los privilegios más consentidos por el patriarcado.

Roberto: Mito número 2: “Si una mujer es maltratada continuamente, la culpa es suya por seguir conviviendo con ese hombre”

Roberto: En realidad, el hombre muchas veces crea todas las condiciones para que la mujer dependa emocional y económicamente de él. Es común que un hombre violentador haga que la mujer corte relaciones con su familia y sus amistades para tener mayor control. Además de la violencia física que puede terminar con la muerte de la mujer, el hombre ejerce mucha violencia psicológica y simbólica al denigrarla o hacerla sentir mal continuamente.

Narradora: Además, hay todo un andamiaje social, gracias de nuevo al patriarcado, que ha construido una sociedad que culpabiliza a las mujeres. Escuchemos qué dice Gabriel Álvarez sobre eso:

Gabriel Álvarez: Con lo que hablaba sobre que la culpa recae en la víctima. Es que a veces pensamos que sólo es una cuestión de índole social, pero si revisamos la literatura de la criminología, hubo teorías que imperaron por ahí por los años 40, donde digamos que se creó estas teorías de la teoría víctima-agresor. Entonces que para que el agresor digamos, para que el agresor decidiese llegar a esa víctima, la víctima debía reunir ciertas características, ¿verdad? ¿Entonces qué causó esto, verdad? ¿Esta estructura teórica? que la culpa cayese sobre la víctima, que se culpabilizara también a la víctima. Pero también cómo le damos aquí otra arista, de cómo las ciencias también se construyen desde perspectivas androcéntricas.

Roberto: Mito número 3. “Hay que aguantar los maltratos por el bien de las niñas y los niños”

Los hombres violentadores utilizan a hijas e hijos como excusa para ejercer violencia y en muchos casos también ejercen violencia sobre ellos. Sin embargo, tampoco es cierto que todos los hombres que hayan sido víctimas de violencia durante su infancia se convierten en violentadores. No hay una relación causa–efecto entre esos dos componentes. Es, más bien, una excusa. Los hombres no deben usar a los hijos para un chantaje emocional y es mejor terminar una relación antes de continuar en un círculo de violencia.

Y por último, el mito número 4 “Los hombres que maltratan lo hacen porque tienen problemas con el alcohol u otras drogas o porque están locos, o porque perdieron el control de forma momentánea”

Las tres razones son las más comunes para justificar la violencia y además son falsas. Con las tres lo que se busca es que el hombre no se haga responsable de sus actos. Y aunque hay casos en que los hombres al consumir alcohol o cierto tipo de drogas se comportan violentamente, no hay razones para creer que eso los convierta en agresores de mujeres. En un reportaje de Agencia Ocote el psiquiatra Gerardo Cáceres García explicó que no se puede afirmar que el alcohol vuelva agresivas a las personas, sino que tiene que ver una patología psiquiátrica de base y problemas de fondo, tanto personales como sociales. Lo que quiere decir que el alcohol no hace a los hombres golpeadores. Son las dinámicas de poder las que hacen que un agresor sienta que pueda golpear, gritar, violentar por el simple hecho de ser hombre. Gabriel toca un punto importante:

Gabriel Álvarez Es que también vamos a ver las cuestiones, el alcoholismo y todo lo podemos también, como comprender como parte de esta noción estructural, verdad. No podemos negar. Yo lo veo de esta manera, no somos personas puramente vio que se fue que se rijan por la biología, tenemos todo un código cultural, estamos inmersos en un código cultural, estamos inmersos en estructuras institucionales. Entonces sí hay una lógica funcionando. Y pasa también con el hacer el análisis clínico que te lo va a discutir mucho la psicología social y los enfoques psicosociales, y es que no se pueda atender un problema, verdad o una patología sin evaluar el contexto en el que se gestó.

Entonces, ¿qué sucede con la represión emocional y los permisos sociales? ¿Dónde está el permiso social que tienen los hombres para poder demostrar su emocionalidad? Muchas veces solo estando alcoholizados o muchas veces las conductas de riesgo son parte de esa virilidad. ¿Entonces cómo caes o cómo fomentas esta problemática del consumo de sustancias cuando estás inmerso en este en este sistema de socialización patriarcal, verdad? (corte) Pero esos problemas no ocurren de una forma aislada, ocurren en un contexto y el contexto no se puede desligar de un cuadro clínico.

Narradora: La violencia; o las violencias, tienen formas diversas. Algunas son muy sutiles. El caso más atroz es el femicidio, el asesinato de una mujer por el hecho de que es mujer. ¿Qué puede hacer un hombre para reconocer cuando está ejerciendo violencia? ¿Cómo deconstruir la idea del macho agresivo ¿Cómo cambiar en medio de una sociedad que está construida para normalizarla? 

Roberto: El primer paso es reconocer que en mayor o menor medida todos los hombres llevamos un “machito” adentro que puede estar más libre o más domado. Y que hemos estado más o menos expuestos a relacionarnos desde esa realidad dependiendo del entorno en el que hayamos crecido. No todos los hombres reaccionan de la misma manera, ni todos serán acosadores o mandones, gritones o controladores pero en alguna medida todos reflejamos esa masculinidad patriarcal y hegemónica en distinta profundidad.

Una vez tenemos identificado esto, podemos empezar a preguntarnos: ¿cómo me sentiría yo en esa situación? ¿me sentiría mal, sometido o actuando en libertad? Por lo general los actos de violencia conllevan un mal manejo de la frustración, se utiliza una debilidad de la otra persona para sacar provecho y hacer burla o se le trata como objeto y no como persona. 

Narradora: Gabriel Álvarez ha impartido varios talleres con hombres para desmenuzar eso llamado masculinidad. Él está seguro que para empezar a cuestionarse y replantearse las conductas es importante que las cosas pasen por el cuerpo.

Gabriel Álvarez: Cuando lo trabajo, las dinámicas son también mucho algo “Ala hagamos un poco el ridículo, bailemos riámonos. Y es sorprendente, digamos, no se me olvidan en un taller que fue virtual, además, y los puse a bailar la canción del tallarín. Y costó, ¿verdad? Es un rato porque al principio nadie quiere y luego es como vas agarrando el chiste y también era hacer la analogía. Como también necesitamos irnos ablandando, quitando esa rigidez y si exploras tu cuerpo, si juegas nuevamente, si vuelves a tus sentimientos, también logras, digamos, de alguna manera abrir. Para que el aprendizaje llegue a la edad, entonces como en estos trabajos con hombres para mí, desde lo personal no puede faltar la parte lúdica, la parte de involucrar al cuerpo. Porque se ha dado también de que hay, hay muchas personas que digamos tienen un discurso pro feminista, pero es un discurso. Y el discurso no reconoce si algo hemos identificado es que debe atravesar el cuerpo para que realmente se interiorice y llegue a ser una praxis. Porque lo que, lo que nos interesa acá es que las prácticas masculinas sean diferentes. Entonces cuan importante es jugar, sentir el cuerpo y también si vamos a hacer trabajo en cuanto a las emociones, cómo las vamos reconociendo importante saber cómo se sienten en el cuerpo, donde las siento, qué me causa.

Roberto: Cuando aprendemos a identificar cómo nos hacen sentir las cosas en el cuerpo, como explica Gabriel, podemos también empezar a ser conscientes de todas esas señales que nos alertan sobre si estamos o no actuando como “machos” violentos.

Aquí una muestra: cuando estamos en una situación en la que por ejemplo, una mujer está amenazando, entre comillas, tu autoridad, o cuando está haciendo algo con lo que no estás de acuerdo y no quiere seguir tus órdenes, los pensamientos comienzan a activarse. Ese diablillo YoMacho interior se activa y te dice cosas como: “Ve esta, no me respeta”, “me quiere mangonear”, “esta me está provocando”, “¿qué se cree?” “igualada”, “irrespetuosa”, “aquí encontró a su padre”, o “ya no le intereso”, “de plano tiene otro”, “piensa que soy bruto”, “no me quiere”. Todas estas cosas las dice esa vocecita macha a un hombre.

Simultáneamente se activan los sentimientos. Porque estamos recibiendo estímulos externos que en muchos casos no hemos aprendido a manejar desde la infancia. Socialmente hemos aprendido que la única emoción válida es el enojo. Y, entonces. la única manera que se nos viene a la mente actuar es con violencia.

Narradora: Pero una vez que empiezas a entender que puedes sentir algo más que enojo, o que si lo sientes, hay maneras de controlarlo sin hacer daño. Es posible empezar el camino de la llamada deconstrucción.

Gabriel Álvarez: Entonces creo que también es el ejercicio del autoconocimiento. Y aprender a percibirte y empiezas a disfrutarlo. Porque empiezas a sentir. A reconocer. Los sentimientos y las emociones y creo que ese viaje es hermoso para todos los que empezamos procesos.

Roberto: Cada señal se identifica con una emoción y cada emoción tiene una salida: si estoy triste, lloro; si estoy alegre, río; si estoy amoroso, abrazo o beso, si tengo miedo, me pongo a resguardo y si estoy enojado, grito. La emoción que más problema da, por la forma como se maneja, es la ira, porque la tenemos asociada a la violencia, pero, ¡ojo! que no hace falta gritarle ni pegarle a nadie, solo hace falta gritar para liberar la tensión y soltar lo que se siente. Gritar al aire. Gritar en un espacio abierto. Como dice Gabriel, cuando empiezas la travesía para descubrir tus emociones, empiezas también a liberarte a ti mismo y dejas de ser dañino para otras personas.

Narradora: Pensemos que hemos logrado demoler las actitudes violentas. ¿Y, ahora qué? Los expertos aseguran que es posible, que hay otras formas de actuar. Desde el respeto y desde la empatía.

Casi llegamos al final de la primera temporada de Yo Macho. Sabemos que aún falta mucho por repensar, por preguntarnos, por intentar cambiar. Mientras nos volvemos a encontrar, te dejamos con un ejercicio que propone Gabriel en sus talleres. Le podríamos llamar el “training de la empatía” o “el cardio empático”:

Gabriel Álvarez: Haz un ejercicio empático al día. ¿hace cuánto no le preguntas a una persona como ésta y genuinamente la escuchas? Practica tu escucha activa. Entonces como el ejercicio está en preguntar a las personas que nos rodean o hacer una cuestión de hacer un ejercicio práctico por él. Llama un amigo simplemente para escucharle y saber cómo está, lejos de las conversaciones de esta lógica masculina un tanto de hablar de cosas superfluas. O intentá con la persona que tienes al lado, pero un ejercicio empático al día y podemos empezar a ejercitar la escucha activa, no 35:41 también cómo vamos a vivir nuestro nuestros afectos. Qué tal reto de empezar a abrazar a alguien. De empezar a conectarnos con el cuerpo. Desde la caricia, como también nuestros encuentros empiezan a ser un poco más delicados.

Narradora: Gracias por acompañarnos hasta acá. Agradecemos a Juan Pablo Dardón, José David López, Dany Marín que generosamente nos contaron sus experiencias; al psicólogo Gabriel  Álvarez por compartir su conocimiento. Y a Roberto Samayoa Ochoa que construyó junto a nosotros esta serie. Gracias también a OACNUDH que realizó, con el apoyo de Canadá el webinario: “Hombres en confinamiento”, en que se basa esta serie. Recordá que si te gustó, podes compartirlo con tus amigos, colegas, familiares, o publicarlo en tus redes sociales. ¡Nos vemos!

Si estás en Guatemala y te gustaría más información sobre cómo prevenir la violencia o necesitás ayuda en una situación de emergencia podés llamar al 110  de la Policía Nacional Civil, 1572 del Ministerio Público, o a la Defensoría de la Mujer indígena marcando el  1529 .


Créditos:

La serie Yo Macho es una producción de Agencia Ocote basada en los intercambios del webinario “Hombres en confinamiento” realizado por La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos con el apoyo de Canadá. 

Guion, reporteo y entrevistas: Melisa Rabanales.

Investigación y líneas temáticas: Roberto Samayoa Ochoa.

Edición de guion: Alejandra Gutiérrez.

Diseño de audio y edición: José Monterroso.

Ilustraciones: Maritza Ponciano.

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