Guiones Radio Ocote
Romper el círculo. Sobre pandillas y prevención.
Por:

Él tiene 35 años y vive en el Mezquital; en la zona 12 de Villa Nueva. Es estudiante de criminología y trabaja en programas de prevención de la violencia. Hace 13 años dejó el Barrio 18. Sí, Él era pandillero.


[El audio del episodio lo encuentras aquí]

Él: Yo sentí algo dentro de mí, que yo me la acerqué hacía él. Mirá, perdóname por el daño que te hice, yo me acuerdo de que él también me dice lo mismo. Y me abraza y nos ponemos a llorar en el bus como locos. Pero yo a este joven le había metido nueve balazos. Pero esa ocasión nos dimos la mano y nos abrazamos, le pedí perdón. Me perdonó. Y así, sucesivamente, me he acercado con personas más. No ha sido fácil, porque de tantos años que me he alejado de las pandillas, todavía me siguen criticando. Todavía me sigue señalando. Hay gente que me odia así a morir. En mi colonia misma   

Narradora: Cierra los ojos e imagina a un pandillero. ¿Qué viste? ¿Cómo luce? ¿Qué escuchaste? Quienes viven en Centro América, casi en automático responden estas preguntas. Los medios de comunicación, la policía, los políticos, el cine, han perfilado al pandillero: tipo rudos, con muchos tatuajes, sanguinarios que ejercen la violencia por placer. Y sí, también los hay.

Por años, en la construcción de la narrativa de las pandillas, hemos quizás pasado por alto preguntas importantes, ¿de dónde vienen?, ¿por qué están ahí?, ¿cuáles son sus historias? ¿qué provocó que estas agrupaciones que surgieron en los 90, se hayan consolidado en estas agrupaciones que se expandieron por el norte de Centro América.  

Soy Melisa Rabanales, de Agencia Ocote, y en este episodio hablaremos con Él, un ex pandillero que nos cuenta por qué entró al Barrio 18 y cómo, al salir, decidió dedicarse a combatir la violencia, a trabajar en la prevención, a tratar de proteger a los niños, niñas y jóvenes de los peligros de la misma pandilla a la que perteneció.

Necesitamos aclarar que el fenómeno de las pandillas es complejo, muy complejo. Y que una sola historia no nos permite dimensionar las decenas de historias alrededor de este tema. Les invito a leer otras investigaciones y entrevistas, algunas de éstas publicadas por Agencia Ocote. Pensamos que es necesario entender el origen, unir las piezas para que la violencia -provocada por pandillas, sí, pero también por otros tantos sectores- se pueda prevenir. La historia de Él, es una pieza más.

Él nos contará sobre la guerra, su familia: la biológica y la que lo acogió por tantos años. También hablaremos con especialistas sobre los prejuicios, los estigmas, sobre la prevención, y sobre cómo la iniciativa 5692, que pretende tipificar a las pandillas como grupos terroristas en Guatemala, podría activar un problema más grande, e incluso poner en riesgo a jóvenes que no pertenecen a estos grupos.  La historia de Él nos guía para poder hablar de la complejidad del tema, de las causas de la violencia y de las nuevas estrategias de seguridad que propone el nuevo gobierno de Guatemala.

(Cortina de música- transición)

ÉL: Yo me acuerdo de que tenía… me acuerdo de que mi papá cuando falleció, mi historia, ¿verdad? Que él se quitó la vida, el conflicto armado seguía todavía. Yo me acuerdo de que nosotros, porque desde pequeño a mi me trataron mal mis abuelos, porque a mí me regaló mi mamá. Lamentablemente con mis abuelos había, lo que le he comentado: drogas, vicios y todo eso.

Narradora: Escuchas a Él. Lo llamamos así para proteger su identidad. Por 15 años perteneció a la mara. Él tiene 35 años y hace 13 que dejó el Barrio 18, una de las dos pandillas más grandes de Mesoamérica. Ahora es estudiante de criminología y trabaja en programas de prevención de la violencia en distintos departamentos del país y en el Mezquital, donde vive.

Sus primeros años los pasó en Santa María de Jesús, Sacatepéquez; a principios de los ochenta, durante la época más cruda del conflicto armado interno. La violencia, en el pueblo, en aquellos tiempos, era constante. También lo era en su casa.

ÉL: A los tres años se quitó la vida. El se envenenó, yo creo que él era, tenía un problema que tenía con mi mamá. La desintegración familiar, siempre. Él perteneció a las fuerzas armadas, fue kaibil. Usted ya sabe la historia de un kaibil, pero lamentablemente él se quitó la vida y ahí fue cuando comenzó la vida triste de mi familia. Yo siempre, con mis conversaciones o charlas que doy, yo creo que la guerra interna que tuvimos es la consecuencia entera que hoy vivimos con las pandillas. Tanto como yo, y como varios niños abandonados por sus padres por estar en el conflicto armado, por la guerrilla. Eso hizo a que ellos buscarán otro ritmo de camino. Lamentablemente, negativo.

Narradora: La muerte de su padre, la guerra y la desintegración familiar, hicieron que Él se sintiera cada vez más solo. No tenía a su madre, pues como escucharon antes, lo abandonó y lo dejó sus abuelos. Y, por si no fuera poco, la vida en su comunidad era cada vez más violenta.

ÉL: Cada vez que cuando terminaba, la guerra, amanecía. Había un campo de futbol y en ese campo de futbol me acuerdo de que todos íbamos a ver, todos los niños, cuando bajan los helicópteros y mirábamos a los militares sin pies o mirábamos miembros de la guerrilla asesinados y puestos así en fila, verdad. Nos llamaba la atención ver eso, y también preocupante. Siendo niños, desde pequeños ya mirábamos eso. Yo creo que tal vez parte de eso también me inyectó a buscar ese camino también, verdad. Porque yo me acuerdo de que cuando me trataban mal, mal. Yo fui a buscar a la guerrilla, porque yo quería ser guerrillero. Ese era mi objetivo, porque la verdad no tenía amor en ningún lado.

Colussi: Claro, la violencia de Guatemala, al igual que del Salvador, de Honduras, que no vivió un conflicto armado interno, pero sí fue base de la Contra, indirectamente sí participó en la guerra interna de los países centroamericanos, de la década de los 80, 90 y esa violencia acumulada, pasa factura, tienen consecuencias

Narradora: Oyes a Marcelo Colussi, psicólogo, profesor y psicoanalista. Ha dedicado buena parte de su vida a estudiar a las pandillas. Ha publicado investigaciones como “Las maras y los poderes ocultos” y “Los jóvenes y la violencia”. También ha trabajado con el grupo de sacerdotes jesuitas que tienen proyectos educativos y de prevención en El Mezquital, el Puente Belice y el basurero de la zona 3.

ColussiUna guerra en Guatemala, por ejemplo, que fue la guerra más (…) comparativamente fue la guerra más cruel de toda Latinoamérica, la segunda más larga de después de Colombia, 36 años de guerra, con una cauda heridos, con unas consecuencias terribles, sí, comparativamente es el conflicto más sanguinario. 200 mil muertos, 45 mil desaparecidos, 669 masacres, una cosa espantosa y con impunidad.   Entonces, esa cantidad de violencia, esa cuota monstruosa de violencia retorna en la sociedad.

Narradora: Colussi explica que, si bien es complicado atribuirle una sola causa a la consolidación de las maras que surgieron con jóvenes retornados y deportados de Estados Unidos en los años 80, es cierto que, en el caso de Guatemala, los efectos de la guerra persisten y son visibles en la violencia cotidiana. Colussi afirma que aquella violencia es parte del abono en la formación de las pandillas.

Colussi: Sí está demostrado, en toda guerra, cualquier contexto internacional, en una guerra, contra un enemigo externo o una guerra interna, una guerra civil como fueron las que se vivieron en Centroamérica, se produce un fenómeno muy especial en términos psicológicos: cae la prohibición básica de todo ser humano, de cualquier cultura, justamente la prohibición que instaura las culturas: que instaura la sociedad, que NO se puede matar. En ninguna cultura, en ninguna civilización, ningún grupo humano en la historia. En ninguna cultura se puede matar. Sí existe el sacrificio, pero se mata al esclavo, al derrotado, entre iguales no se puede matar. En la guerra cae esa interdicción y se puede matar, y se premia al que más mata, es un héroe de la patria, mató más enemigos. Terminada la guerra termina ese levantamiento de esa prohibición y se “vuelve a la normalidad”. No se puede matar. Entonces hacer ese reacomodo, después de años de violencia, donde gente se acostumbró al oficio de la muerte, es difícil. Pero eso va bajando. En Guatemala vemos que no. Pasó la guerra y la violencia sigue igual.

Narradora:  A Él la guerra lo marcó. A los siete años de edad comienza la búsqueda por pertenecer a un grupo, por ser parte de alguna familia que lo acogiera. Los grupos guerrilleros lo rechazaron por su corta edad. Odiaba al Ejército pues lo culpaba del suicidio de su papá.

(Silencio)

Narración: Entonces decide huir de su comunidad y unirse al Barrio 18.

Él: Yo salí huyendo, le voy a comentar, cuando yo busqué el apoyo de la guerrilla yo ya no estaba en Santa María, bajé a San Pedro las Huertas que está en las faldas del volcán, pero del lado de la Antigua. Entonces yo llego ahí en un ambiente donde ya muchos niños y jóvenes ya pertenecían a la mara Salvatrucha y yo llego en ese ambiente. Me empezaron a tratar mal, a golpearme a somatarme. Entonces yo tuve que unirme a un grupo de niños, que eran niños de la calle donde comencé a consumir drogas, a mi cortita edad. Todo tipo de drogas, pero en una ocasión a mí me llaman del Barrio 18. Me llaman que yo sea parte de ellos solo haciendo mandados. Me decían: andá a comprarme un par de cervezas y yo iba corriendo porque yo me sentía querido ahí. Entonces yo con esa fuerza entré yo con ellos. 

Verónica Galicia: Todo viene de la familia, a veces hay familias disfuncionales y que la mamá y el papá pues tienen que trabajar y dejan a los hijos solos en la casa sin un adulto que los supervise. Esa falta de supervisión adecuada, además, en cuanto a la disfunción de familia, que ninguno ejerce el papel, el rol que le corresponde y no hay una autoridad. Entonces los hijos están creciendo sin una autoridad, sin una figura a quién obedecer. 

Narradora: Ella es Verónica Galicia, jueza de control de ejecución de medidas para adolescentes en conflicto con la ley en la Ciudad de Guatemala. Desde hace ocho años se dedica a supervisar cómo se están ejecutando las sanciones que se les ponen a los adolescentes que cometieron algún delito y que ya tienen una sentencia firme. Según la jueza Galicia, el 70% de los jóvenes que llegan a esa judicatura pertenecen a las pandillas. Como nos explicaba, la mayoría de provienen de familias desintegradas. Pero admite que no solo es la familia, sino que el sistema, la sociedad y los adultos quienes les han fallado a estos jóvenes. Los han olvidado.

Verónica Galicia: Yo me he dado cuenta con este plan piloto que estamos trabajando que, a los niños, a los adolescentes, los hemos abandonado. Los adultos los hemos abandonados. Digamos que la población buena no se preocupó ya por sus niños. Todo se lo dejamos a la familia, pues así debe ser verdad, cada niño pues tiene una familia que debe ser responsable de ellos. Pero en el momento que veamos que los niños de nuestra comunidad no tienen una familia que los apoye, la misma comunidad debería acercarse y ser una respuesta. Pero actualmente como sociedad estamos todos desarticulados, no estamos unidos como sociedad en torno a nuestros niños.

Narradora: Ahora escucharán a Kamé. Kamé es productor, gestor cultural y hiphopero. Ha trabajado en varios proyectos, como Caja Lúdica, que impulsa procesos de formación con grupos juveniles comunitarios. Kamé trabaja a través del arte y ha trabajado con jóvenes en conflicto con la ley.  Nos cuenta sobre las razones por las que un joven se siente atraído a integrar estos grupos.

Kamé: Pues, son muchas, verdad. Pero al final de cuentas, todos y todos los seres humanos buscamos espacios seguros, espacios donde nos sintamos libres, donde nos sintamos acompañados, verdad y lastimosamente la sociedad, las instituciones sociales no tienen estas características y muchas veces habemos muchos jóvenes que podemos encontrar esas, digamos, esas carencias en los espacios, como las pandillas.  

Narradora: Si bien la mayoría de adolescentes que pertenecen a las pandillas provienen de barrios pobres y de familias desintegradas, Marcelo Colussi explica que este fenómeno es mucho más complejo. No solamente quien es pobre se une a las pandillas. Entran en juego otros factores. El investigador nos habla sobre los resultados de su estudio “Los jóvenes y la violencia”.

Colussi: Es mentira que todo joven de barrio marginal, mal llamado marginal, se integre a las maras, o la gran mayoría, eso es un mito. En realidad, según este estudio, hecho en el Mezquital, en El Limón, zona 18, que fue considerada de las zonas rojas por excelencia, comparado con jóvenes del basurero de zona 3; y en todos lados se encontró lo mismo. Es muy poca la gente, 10% si mucho, uno de cada diez jóvenes se integra a una pandilla. Pero la mara no hay que verla solo como unos cuantos jóvenes transgresores, es un fenómeno más complejo que habla de la historia de violencia, de la pobreza del país y de los poderes ocultos, los poderes paralelos, que aprovechan y utilizan a las maras.

Narradora: Desde su experiencia, Kamé también explica cómo que algunos de los y las jóvenes son orillados por su mismo entorno, porque no tienen otra opción.

Kamé: Sí, yo definitivamente creo que nadie ingresa a un mundo como el de las pandillas por gusto propio. Si no, de alguna forma, todos y todas son empujados hacia ahí, porque, como te decía, las instituciones sociales, los sistemas educativos, etc., no tienen las oportunidades, las cualidades que la mayoría de los jóvenes buscamos, busca. Entonces sí también a veces hay muchos conflictos en los que no se visualiza nada más que eso. Es una cuestión sumamente difícil de explicar, pero para un joven, una joven que crece en un barrio marginal en donde la pobreza, en donde el abandono, en donde la falta de educación, la falta de oportunidades es el pan de cada día, una salida viable en ese momento, y en ese contexto, es integrarse a las pandillas.

Narradora: La familia, los rasgos de personalidad, la ausencia de servicios básicos, la desigualdad, son algunos de los elementos que abonan. Lo repiten las investigaciones académicas y periodísticas. Pero Marcelo Colussi, va más allá, y asegura que olvidamos algo importante. ¿A quién le interesa que estos grupos sigan operando? ¿Quién los mantiene? El psicólogo nos habla precisamente de esos poderes ocultos enraizados en el mismo Estado.

Colussi; La pandilla surgió como un grupo de defensa territorial, casi como una travesura juvenil, luego fue creciendo, se fue implicando más en el crimen, y algo bien importante no, para el 2000, con la presidencia del FRG, Portillo y Ríos Montt en el congreso, ahí es cuando las maras cobran un tinte absolutamente militar, empiezan a usar armas de fuego de grueso calibre y pasan a ser un poder paralelo terrible. 

Narradora: Las empresas privadas también tienen un rol importante, dice.

Colussi: La mara es un efecto, efecto social, la puntita del iceberg. ¿Por qué hay mara? Por este contexto que dijimos, y porque se le mantiene. Porque la mara acá en Guatemala claramente sirve a los poderes ocultos. Los poderes que no se ven pero que están.  Lo pongo como epígrafe porque un marero, ex marero, recuperado que tiene un grupo de hip hop grande, bastante famoso, graba discos y demás; ya es un señor, un tipo de 40 años. Fue marero y lo dice con claridad meridiana, cito así medio literalmente: “Mire, lic, no hay que ser politólogo, sociólogo, para darse cuenta de esto”. Hay una relación, una vinculación, entre el chavo marero, al que mandan a extorsionar a toda esta cuadra, y la agencia de seguridad que al día siguiente pasa repartiendo la tarjeta para brindar servicios de seguridad.

—- Pausa Radio Ocote——

Narradora: Volvamos a la historia de Él. Él perteneció al Barrio 18 durante 15 años. Desde que tenía 8 hasta los 23. Fue una época a la que jamás quisiera regresar. Durante su vida en las pandillas tuvo 10 ingresos a la correccional de menores y 11, según recuerda, a la prisión de adultos. Consumía drogas, empuñaba armas a diario. Hizo cosas que aún no se perdona. Llegó a ser Primera Palabra, es decir, representante de su clica, una célula de la pandilla, frente a las autoridades del Barrio 18. Y claro, el puesto de Primera Palabra tuvo que ganárselo. 

Él: Mire, yo le voy a decir la verdad, en el camino de las pandillas o en la vida pandillerista se hacen cosas malas y hay cosas que no se pueden contar porque son bien fuertes, verdad, pero sí hice muchas cosas malas. Hice mucho daño a muchas personas, pero no le puedo decir que a la persona que baleé y yo estuve para ver si se murió, verdad. Uno no regresaba para ver a su víctima y uno hacía lo que tenía que hacer. Y eso pasó muchas veces conmigo y de hecho sobre la otra pandilla también, verdad. Ellos hacían lo que tenían que hacer y no regresaban para ver si su víctima estaba muerta. De hecho, yo estoy baleado por una granada. Perdí 50% del ojo y estoy baleado del pie izquierdo.

Narración: El pasado 14 de enero de 2020, en su discurso de posesión el presidente, Alejandro Giammattei declaró a los pandilleros como enemigos internos y enfatizó que durante su gestión hará todo lo posible para que sean juzgados, según sus propias palabras, como lo que son: “terroristas”.

(Audio Giammattei)

Pero, la política de “mano dura” que propone Giammattei no es nueva. Una reciente publicación de Otto Argueta y Ana Glenda Tager, que puedes leer en Agencia Ocote, describe cómo los políticos y gobernantes han utilizado el discurso represivo para manipular la opinión pública, ganar votantes, mientras evitan hablar de prevención.

Los resultados de estas estrategias de “mano dura” han sido cuestionadas. Estas estrategias, han sido señaladas de convertirse en ejercicios de la llamada “limpieza sociale”, en que se producen ejecuciones y excesos por parte de las autoridades y grupos paralelos. El Informe Estadístico de la Violencia publicado en 2007 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, recogía los índices de homicidios y decía, abro comillas: “El país atraviesa hoy por uno de los momentos más violentos de su historia. En los últimos 7 años la violencia homicida ha aumentado más de 120% pasando de 2,655 homicidios en 1,999 a 5,885 en 2,006”. Oscar Berger fue presidente de Guatemala entre 2004 y 2008. El investigador Carlos Mendoza en un análisis sobre los índices de violencia homicida asegura que “la época de Oscar Berger, y su ministro Vielman da cuenta de cuánto puede subir la violencia cuando se da paso a la “limpieza social” en contra de los pandilleros. Mendoza asegura que, si se menosprecia el enfoque de prevención integral de la violencia y el delito, y se asumen políticas de represión en contra de ciertas actividades delictivas se corre el riesgo del estancamiento o el aumento de las cifras de la violencia. Él recuerda una de las épocas más violentas. que vivió cuando pertenecía a la pandilla.

Él: Lamentablemente que en el gobierno de Oscar Berger hubieron muchos asesinatos extrajudiciales. Donde ahora se quieren tapar y dicen que no, pero la verdad es que sí sucedió. En una ocasión, no creo que fue la policía, sino que ellos tenían un grupo armado que hacía todos estos operativos. La verdad me tocó ver muchas vidas morir. Una de las familias que asesinaron, que me impactó bastante. Entraron a la casa, a las tres de la mañana. El logo de la policía, encapuchados todo eso, sacan a esta familia y los asesinan en frente de sus hijos. A las dos semanas de pasar esto, enterramos a las víctimas.

Narradora: Los hijos de la familia eran dos menores de edad que, según Él, no pertenecían al Barrio 18. Pero la policía creía que sí. La policía asesinó a los padres primero. Tiempo después mataron a los menores. Él afirma que esto solo hizo que incrementara el odio de las pandillas hacia la policía y que se intensificara la violencia con un solo fin: vengarse.

(SILENCIO)

Narradora: Una advertencia, la siguiente parte contiene descripciones que pueden herir sensibilidades.

Él: Y yo llego y miro a los dos cadáveres. Me impactó bastante. Uno de ellos, le habían hecho una cruz en todo el cuerpo en el lado de atrás con puros balazos. Le habían hecho una cruz. Le habían picado la cabeza como que fuera pica coco. Un pica-cocos. Le quitaron los dedos. Al otro de 13 años le quitaron el ojo y las dos manos y le habían hecho una X en la cabeza. La verdad es que los hicieron pedazos y me dolió bastante. Cuando yo fui a reconocerlos, verdad. Yo me puse a llorar en ese lugar, y me entró bastante odio hacía la policía. Tenía un odio así grande. Los enterramos porque los enterramos en lata, verdad, porque la caja fue enlatada porque ya apestaba. Un día ya apestado ya. Y juré que me iba a vengar. Yo los quería y eso era lo que más me impactó bastante. Eran unos niños, pues. Y no respetaron eso.

Narradora: En un cable filtrado por WikiLeaks en 2008 y republicado por Plaza Pública, el embajador estadounidense James Derham le escribe a la CIA que, el entonces director de la CICIG, Carlos Castresana, estimó que, de los 6,000 asesinatos anuales, el 25% eran ejecuciones extrajudiciales.  En el mismo documento explica que esto ocurre después de que Adela de Torrebiarte asumiera como Ministra de Gobernación, sustituyendo a Carlos Vielman, en 2007.

Recordemos que en el gobierno de Oscar Berger siete reos murieron durante la Operación Pavón en 2006. Caso por el que Edwin Sperisen, entonces director de la policía, fue condenado en Suiza y Carlos Vielman, fue absuelto. En ese entonces, Alejandro Giammattei, el ahora presidente de Guatemala, era el director del Sistema Penitenciario.

Ahora, Giammattei ofrece declarar a las pandillas como grupos terroristas y se discute en el Congreso la iniciativa 5692. La 5692 busca reformar el código penal y tipificar las actividades de las pandillas como terrorismo.

Consultamos con la jueza Verónica Galicia sobre la iniciativa. La jueza dice que, aunque considera que la iniciativa tiene aspectos positivos, como el carácter de prevención que permite que las personas, al saber que cierta conducta es penada, no cometan ciertos actos delictivos; también puede representar un gran riesgo para la sociedad.

Verónica Galicia: Por otro, un lado negativo que hemos analizado, es que los estamos elevando, como que los estamos ascendiendo por decreto, no es lo mismo ser pandillero que ser terrorista. En la escala o en la jerarquía de delincuentes, obviamente el terrorista tiene una escala muy superior y es posible que, si ellos no se han visualizado como tal, por el momento, lo hagan más adelante, y empiecen a desarrollar conductas en ejercicio de ese rol de terroristas que ahorita no las tienen.

Narradora: En una entrevista de Agencia Ocote al historiador y doctor en ciencia política especializado en temas de seguridad, Otto Argueta, nos aseguró que la estrategia de tipificar a las pandillas como terroristas no es viable. Argueta explica que el fenómeno de las pandillas no, coincide con lo que se define por grupo terrorista, a nivel internacional. Los grupos terroristas tienen por lo general, objetivos políticos, tienen una intención de generar terror y terror masivo, asegura Argueta. Marcelo Colussi decide llamar a esta iniciativa como una política fachista.

Colussi: Esto del terrorismo da para mucho (…) ¿qué significa ser terrorista? En el mundo, proporcionalmente lo que llamamos terrorismo, siempre mal definido terrorismo, explota una bomba en un supermercado. ¿Qué es terrorismo? Produce 11 muertos diarios. El hambre produce 12 mil muertos diarios. Las bombas que tiran las potencias, la Otan, Estados Unidos, producen miles de muertos diarios. Un millón y medio de muertes en Irak para ¿salvar la democracia? ¿Qué es el terrorismo?

Narradora: Otro de los debates que ha generado la iniciativa, es que ésta podría afectar a diferentes grupos sociales que no pertenecen a alguna organización criminal pero que encajan con la descripción que propone la reforma, “que altera el orden público”. Kamé, el artista que trabaja de cerca con jóvenes, opina que la criminalización es real. Que el estigma sobre cómo es un delincuente está impregnado en la sociedad y muchos de los jóvenes que pertenecen a movimientos como el hip hop, lo viven todos los días, con o sin ley.

Kamé: La verdad es que no es la primera vez que un presidente o que un gobierno intenta hacer algo como esto. Antes ha habido otros intentos de generar propuestas como estas. Y además esto es además solo, solo como, digamos un intento de hacerlo oficial. Pero en la práctica eso ya se vive. En la práctica, está, por ejemplo, los jóvenes que nos declaramos en rebeldía y que estamos viviendo estos días con nuestras libertades somos siempre perseguidos, somos siempre criminalizados, somos siempre tratados de forma diferente.

Narradora: Marcelo Colussi es contundente. Explica que el término “alterar el orden público” es subjetivo y ha sido la excusa perfecta en Latinoamérica y el mundo, para capturar, desaparecer e incluso exterminar a cualquier persona que, según las autoridades de turno, sea un enemigo. Por lo que una iniciativa de este tipo puede ser peligrosa.

Colussi: El riesgo es total, total. Porque nosotros, ustedes periodistas, bien vestidos, de universidades privadas también pueden caer en eso. Porque cuando se dice, cualquiera que viole la paz social, cualquiera puede ser. Absolutamente cualquiera. Estas leyes son absolutamente fachistas, son leyes nazis. Cualquier sospechoso puede caer bajo las generalidades de la ley.

Narradora: Para Kamé, las pandillas han llegado a ser el nuevo enemigo del Estado, así como lo fueron otros grupos en el pasado; y la guerra contra ellas es algo que sucede desde hace mucho tiempo.

Kamé: La verdad es que creo que ha pasado en todos los gobiernos. En algunos más, en algunos un poco menos tal vez. O no necesariamente menos, pero sí más disfrazado, tal vez. Pero ha sido, en realidad, la constante, desde la firma de los acuerdos de paz, el gobierno necesitaba de alguna forma un nuevo enemigo interno, como en su momento lo fue la guerrilla o los supuestos focos comunistas, pues a partir de la firma de los gobiernos de paz, considero que el nuevo enemigo interno se convirtió en la pandilla, ¿no? En el joven rebelde, en el joven anti social, entre comillas.

Narradora: Él, como pandillero que fue, conoce a profundidad la estructura de las maras, también opina que solucionar la violencia con más violencia es un error. Después de más de una década dentro del Barrio 18 y superando el promedio de vida de un pandillero, los 25 años, decidió retirarse definitivamente. Salirse no fue sencillo, la decisión la tomó luego de casi perder su vida mientras era torturado. ¿Quién lo torturó? No me quiso decir. (SILENCIO) Él explica que, durante esa época, los pandilleros que querían salirse debían demostrar que lo hacían porque querían cambiar a través de la religión y debían comprometerse a nunca más caer en un vicio. Así lo hizo él y con el apoyo de una iglesia evangélica comenzó su proceso de reinserción en la sociedad. Pero salirse no fue lo más duro, sino lo que vino después, pedir perdón y perdonarse a sí mismo. Y por supuesto, enfrentarse a una sociedad que aún lo rechaza. Pero es algo con lo que ha aprendido a vivir.

Él: Y la verdad yo creo que algo que tenemos aquí en Guatemala, es que no hemos sabido perdonar. Yo creo que el perdón es muy importante y yo me le he acercado a mucha gente que le hice daño. De hecho, hasta jóvenes que yo baleé, me he acercado a ellos y les he pedido perdón. Y ha sido bien impactante En una ocasión, me le acerqué a un joven que perteneció a la mara Salvatrucha e iba en el bus, y él iba también en el bus. Y cuando me mira, se pone pálido. Yo también, porque según nosotros todavía estábamos metidos en pandillas. Pero después, yo sentí algo dentro de mí que yo me la acerqué hacía él. Mira, perdóname por el daño que te hice, yo me acuerdo de que él también me dice lo mismo. Y me abraza y nos ponemos a llorar en el bus como locos. Pero yo a este joven le había metido nueve balazos. Le metí nueve balazos y la verdad es que es un gran testimonio de que él sigue vivo todavía, pero esa ocasión nos dimos la mano y nos abrazamos, le pedí perdón. Me perdonó. Y así, sucesivamente, me he acercado con personas más. No ha sido fácil, porque de tantos años que me he alejado de las pandillas, todavía me siguen criticando. Todavía me sigue señalando. Hay gente que me odia así a morir. En mi colonia misma. Pero yo trato la manera de hacerlo lo bueno, para que ellos cambien el odio a cosas positivas, verdad.

Narradora: A Él, la vida le dio otra oportunidad. Ahora trabaja a tiempo completo dando charlas y asesorando a profesionales en materia de prevención de la violencia. Ocupa sus fines de semana en El Mezquital, trabajando con niñas y niños para evitar que caigan como el cayó.  “Algún día quiero ser como tú”, fue la frase que un niño le pronunció a Él luego de una charla donde les contaba sobre su vida y conversión. 

Colussi: ¿Qué hacer con la mara? ¿Matarlos a todos? ¿Una ley que los convierte en terroristas? Obviamente la mano dura no sirve para combatir la violencia. La violencia genera más violencia, eso está más que demostrado. Matar a un marero o mil mareos o diez mil jóvenes tatuados, no sé si ustedes tienen tatuajes, pero, un joven tatuado no es sinónimo de mara. Matar, poner preso más estrictamente, no soluciona porque la fábrica sigue abierta, la exclusión social, la pobreza. Si 60% de la población, vive bajo el límite de la pobreza, 18% analfabeto total y 80% analfabeto funcional; o sea que llegó a sexto primaria, tercero básico si mucho. Sabe leer y escribir para ver el titular de Nuestro Diario, que de ahí no se pasa. Que a su vez genera este clima de violencia, bombardea con estos “estamos de rodillas”. Si no se atacan las causas profundas, la pobreza, la exclusión, el racismo, el patriarcado que sigue estando presente. Si no se trabaja sobre eso va a seguir habiendo maras.

Narradora: Para Él, para la Jueza Galicia, para el investigador Colussi, para el artista Kamé, el acompañamiento a los jóvenes es fundamental para prevenir el problema. Todos coinciden en que son necesarios los espacios de reinserción. Galicia asegura que el 70% de los jóvenes que han pasado por su judicatura y han salido después de su sentencia, han logrado la reinserción. Pero no es fácil. Al salir de las correccionales se enfrentan a un nuevo problema: conseguir un trabajo. Para la jueza Galicia, abrir oportunidades de empleo es una solución.

Verónica Galicia: Que confíen. Que les abran las puertas porque eso sí es muy triste. Yo he tenido muchachos que están trabajando en alguna empresa y mientras no se enteren de su proceso están muy bien, ya cuando se enteran, los despiden, y cuando no habían… En el transcurso del tiempo que estuvieron trabajando lo hicieron muy bien, y solamente cuando supieron que estaban en algún centro de privación de libertad, es una causal para que los despidan. Entonces hay que comprenderlos y, como repito, como sociedad tenemos que ser responsables también de nuestros adolescentes y nuestros jóvenes, y ser como una orientación para ellos y no ser alguien que los va a discriminar.

Narradora:  Kamé está convencido de que el arte es también un balón de oxígeno.

Kamé: Precisamente todos los jóvenes que de alguna forma han empezado a involucrarse a otros tipos de movimientos artísticos y de expresión, pues se ha experimentado más transformaciones, en sus vidas. Claro, todas esas transformaciones pasan también por lo individual y por lo personal. Pero a nivel más general el simple hecho de pertenecer a un movimiento que persigue la libertad de expresión, que persigue la armonía, que persigue el trabajo en equipo, que persigue el desarrollo de las capacidades tanto intelectuales como expresivas de las personas, tiene una transformación bastante positiva.

Narración: Le pregunto a Él por qué no se ha ido del Mezquital. El ríe y contesta:

Él: Yo siento que ha sido un reto para mí. Lamentablemente la zona 12 de Villa Nueva ha sido una de las zonas más conflictivas a nivel nacional en el tema de pandillas. Y yo creo que el reto todavía continúa para mí. Yo he querido salirme, pero yo, créame. Yo quiero salir y dejar todo y no enterarme de nada de esto, pero siempre hay una espinita que me dice: “tu deber no ha terminado”. Mi tarea no ha terminado.

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