Rina Lazo. Muralista mesoamericana. Una historia sobre tierras fértiles.
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Rina Lazo es una artista mesoamericana cuyos murales, sobre todo en México, son el registro de una raíz profunda, de una técnica impecable y de una visión crítica y sensible sobre nuestro tiempo. En diálogo con la vida y obra de Lazo, Fátima Anzueto, también artista y también guatemalteca, publicó recién el libro “Rina Lazo. Muralista mesoamericana. Una historia de tierras fértiles”, donde hace un recorrido por el imaginario de la gran muralista, publicamos acá la nota introductoria de esta publicación.


 Esta publicación es un pequeño homenaje a Rina Lazo (Guatemala 1923 – México 2019), la cual destaca su carrera artística, especialmente, la obra mural que exalta su identidad mesoamericana. Rina, fue una pintora con amplia trayectoria en la plástica mexicana, desde sus inicios se hizo notar dentro de una corriente pictórica que históricamente ha sido dominada por hombres. No obstante, su trabajo se mantuvo hasta su fallecimiento ─el 1 de noviembre de 2019─ bajo una temática que la visibilizó y la distinguió en el medio artístico.

El trazo de su mano quedó inmortalizarlo en muros y en grandes lienzos que hicieron tangible su paso por estas tierras que la inspiraron a crear y la motivaron a cambiar su visión al tomar como base la historia y representarla a su manera. Como bien lo expresó Miguel Ángel Asturias “la sabiduría de manos que aprendieron a deletrear colores”, esas fueron las manos de Rina Lazo que por naturaleza propia estaban destinadas a crear y recordarnos nuestros orígenes.

 Se enfrentó a la historia de un pasado ancestral y mítico con la habilidad y destreza que siempre la caracterizó. Rina, supo guiar su oficio por buen camino. Para ella, el acto de pintar no fue un trabajo, sino un gusto por plasmar sus orígenes distantes. Un gusto que desarrolló poco a poco hasta formar parte de un reducido número de mujeres muralistas en el México del siglo XX.  Ella tuvo el privilegio de cerrar un capítulo de la historia al dejarnos un legado invaluable bajo una mirada que siempre la caracterizó en el transcurso de su larga y fructífera carrera artística.

Sobre la trascendencia del movimiento muralista que inicialmente se centró en los llamados “tres grandes”, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, encontramos diversas publicaciones. Uno de los primeros intentos de catalogación lo llevó a cabo la revista Mexican Falkways, de la editora Frances Toor, quien tenía interés en difundir el arte mexicano en Estados Unidos. En 1937, se publicó una serie de once volúmenes con la intención de ser una guía ilustrada de los murales hechos dentro y fuera de la Ciudad de México. En este proyecto editorial participó el artista de origen guatemalteco Carlos Mérida quien, a través de sus escritos, dio a conocer a los artistas y su trabajo.[1]

En el primer número de la serie, se escribió sobre los orígenes del movimiento, se expuso sus problemas y preocupaciones. En los siguientes números quedó constancia de los espacios ocupados por la corriente pictórica, en esta publicación se tomaron en cuenta a los tres afamados muralistas y artistas que se fueron incorporando al movimiento. La importancia de este escrito dio pie a que se hiciera una segunda edición en 1950, en la cual se añadieron más imágenes que acompañaron los textos de la primera.[2] 

En 1970 se llevó a cabo otra ambiciosa catalogación del muralismo a través de una publicación del crítico de arte de origen portugués Antonio Rodríguez, El hombre en llamas. Historia de la pintura mural en México. El autor presenta una serie de ilustraciones que abarcan desde las pinturas murales prehispánicas hasta el inicio de la Revolución Mexicana. Tomó en cuenta el desarrollo de los pueblos originarios, los murales que decoraron conventos e iglesias hasta llegar a los jóvenes artistas impulsados por José Vasconcelos. 

Una obra similar al estudio de Rodríguez es el Inventario del muralismo mexicano de Orlando S. Suárez, suimportancia consiste en el análisis sobre la producción femenina en el siglo XX y, por tanto, puede considerarse como un primer esbozo sobre el papel de la mujer dentro del muralismo. Los datos que proporciona son estadísticos y nos reseñan los años de 1920 a 1970.[3]

Asimismo, Suárez hace un recuento de 260 muralistas de los cuales 33 son mujeres, es decir, un 13%; de este porcentaje, el 60% son extranjeras y 40% mexicanas. El estudio indica su reducida participación, sin embargo, es un punto de partida para investigar con mayor profundidad el papel de ellas dentro del movimiento.[4] En este sentido, Rina Lazo fue parte de ese 13%, una artista que estuvo activa a lo largo de sus 96 años y que hoy en día forma parte de la historia del arte mexicano y guatemalteco.

 Desde que llegó a México en 1946, atravesó una frontera política sin sentirse ajena. Llegó en el momento justo para integrarse a uno de los movimientos más importantes del país. Por tanto, esta publicación se ha realizado con el fin de dar a conocer la obra mural de la artista y de ofrecer una perspectiva acorde a su pensamiento: borrar fronteras políticas y tomar la región mesoamericana como fuente de inspiración. En este sentido, se ha seleccionado la obra producida entre 1949 y 2019, que se encuentra expuesta de manera permanente en recintos como el Museo Nacional de Antropología, la estación del Metro Bellas Artes en la Ciudad de México, el Museo de Arte Moderno en el Centro Cultural Mexiquense de Toluca, el Museo de la Universidad de San Carlos de Guatemala, el Centro Cultural Santo Domingo del Cerro en La Antigua Guatemala y el Mexic-Arte Museum en Texas, que adquirió su última obra de gran formato que logró concluir antes de su fallecimiento.

La evolución de la artista está planteada en dos apartados cronológicos que hacen énfasis en los logros alcanzados en su carrera iniciada en Guatemala y perfeccionada en México. En el primero, se expone el ambiente y contexto familiar en el que creció, la ascendencia alemana de la familia Lazo Wasem, la educación que recibió en casa, así como su paso por las Verapaces y la Ciudad de Guatemala. Sus inicios artísticos originalmente fueron con clases particulares de dibujo y pintura, técnicas que más adelante la motivaron a incursionar de lleno en el mundo del arte tras ingresar a la Academia de Bellas Artes de Guatemala en la década de los años cuarenta. En este espacio adquiere mayor experiencia, lo que la incentivó a participar en convocatorias gubernamentales que la llevaron a obtener premios a nivel nacional. De igual manera que se fue integrado al medio artístico, se fue permeando de ideales revolucionarios en el ámbito guatemalteco, los cuales tomaron fuerza más adelante en su militancia de enfoque social. 

En 1946 llegó a México para continuar sus estudios. Se proyectó con una fructífera carrera artística a partir de su ingreso en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”. Es aquí donde demuestra su desempeño y disciplina, cualidades que la llevan a ser asistente de Diego Rivera, éste fue uno de los mayores estímulos que obtuvo a su llegada al país. Siendo estudiante y ayudante del maestro Rivera hace su primer mural el cual recibió críticas favorables que la animaron a continuar trabajando por la misma ruta.

El segundo apartado, deja constancia de su crecimiento dentro de la corriente muralista mexicana a partir de su consolidación tras pintar su primera obra mural Los cuatro elementos, bajo una temática y estilo particular, que se inscribe en los tópicos de la identidad de los pueblos originarios. Es en este sentido que el adjetivo “mesoamericana” ─que acompaña el nombre de Rina en el transcurso de esta investigación─ se ha tomado en referencia al pensamiento de “la última gran muralista”, que enfatiza su vida y obra en la citada región.[5]

El desarrollo de esta publicación fue bajo la asesoría y palabras de la artista, las cuales fueron una guía para su realización.  Sirva esta publicación como un homenaje a su fecunda vida llena de trabajo y compromiso no sólo con México sino con el país que la vio nacer, Guatemala, que siempre llevó en su obra y pensamiento.

 

 

[1] Leticia López Orozco y Mauricio César Ramírez Sánchez, “Problemática de la catalogación del muralismo mexicano”, en Crónicas, núm. 14, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2010, pp. 19-38.

[2] Ibid.

[3] Orlando Suárez, Inventario del muralismo mexicano, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1972.

[4] Patricia Quijano Ferrer, “Evolución histórica de la mujer en el arte público en México”, en Crónicas, núm. 13, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2008, pp. 123-124.

[5] Sonia Ávila, “Rina Lazo, cumpleaños 95. La última gran muralista”, Excélsior, Sección Expresiones, Ciudad de México, sábado 23 de junio de 2018, p. 4.

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