Reseñas Ocote
Parásitos // Bong Joon-ho
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Parásitos se ha ganado una apabullante cantidad de premios que incluye unas buenas estatuillas de la industria norteamericana. De las múltiples lecturas posibles, el escritor y comediante Danilo Lara, aka Canchinflin Hero, decide, como ejercicio crítico y creativo, tratar de responder a una única pregunta de las que plantea la película.


¿Quiénes son los parásitos en Parásitos? El asunto con Parásitos es que es una película que retrata las relaciones y efectos de clase como causa del capitalismo, pero no desde un lente moral o como una cuestión de buenas o malas actitudes. ¡Es estructural, beibis! Es decir, ya hemos visto Parásitos antes… solo que en versión Televisa. Parásitos en versión Televisa tenía a Chantal Andere, o a la niña canche de Carrusel de las Américas, con el alma podrida desatando abusos y humillaciones sobre Thalía o Lucerito, o el equivalente infantil de ellas, todas shuquitas pero nobles, virtuosas y devotas a la virgen morena.

En Parásitos versión no Televisa, en cambio, sus ricos no tienen el alma podrida, y de hecho, son lo que podría considerarse buena gente. El nene vive en su trip interno de Lejano Oeste, la adolescente solo quiere atención y sentirse gustada y la señora de la casa es re ingenua, totalmente baboseable, pero encantadora, y me recordó a las señoras ricas que atendí, y de quienes me enamoré, durante mi primer trabajo en una galería de arte. Las señoras ricas llegaban a la galería como a las 11 a.m. con sus juegos de pants y aún chapudas de hacer pilates, diciendo “Joven, ¿cómo está? Mire, venía a ver si ya me tenían mi óleo enmarcado, ¿se acuerda cuál? el tríptico grandote de las sandías (siempre eran trípticos grandotes de sandías o de peras o de cúpulas), como en el papelito que me dio, que no sé ni dónde lo dejé, decía que estaba para ayer” y se ponían, todas chulas, a revolver su bolso gigante (siempre eran bolsos gigantes) y yo les decía que no tuviera pena, que no era necesario que me presentara el papelito pero que, mil disculpas, fíjese que el muchacho enmarcador tuvo un retraso y hasta ahorita está cortando la moldura. Las señoras ricas nunca se enojaban. “Ay no tenga pena oye, voy a aprovechar a ir al salón y regreso como en dos horas”, respondían, “¿les queda bien dos horas o les hago más tiempito? también puedo mandar a mi chofer en la tarde… ¿tendría que traer mi chofer el papelito? — no, señora, yo puedo entregarle a su chofer el cuadro, solo con que usted me confirme su nombre — tampoco quiero que corran oye, no me súper mega urge”. Las señoras ricas de la galería eran unos melocotones en dulce. Ahora, es cierto que al señor de la casa en la película de Parásitos le daba asquito el olor del señor pobre, y de los pobres en general que viajaban en bus, pero es objetivamente cierto que la gente en los buses viaja con el sudor acumulado de una jornada de trabajo y que el sudor no huele “nice”. La misma mamá pobre de Parásitos, sintiendo algo de culpa por portarse tan aprovechadotes, reconoce que los riquillos de la casa son gente nice, y lo que pasa es que viven etéreos y ajenos a las neurosis que provocan las penas. Habitar y transitar espacios bonitos te vuelve nice. Que no te despierte todos los días una llamada de “le hablamos de Citibank, por motivos de control de calidad…” te vuelve nice. No almorzar medallones de 12 x Q25 ensamblados de 6% pollo y 94% lo mismo que usan para hacer shampú te vuelve nice. Mientras tanto, los pobres de Parásitos tampoco son nobles  y virtuosas thalías o luceritos. Son hábiles timadores maquiavélicos con hábitos personales muy feos. Por eso la película es brillante. Sugiere que la solución a estos conflictos de clase no es moral o de actitudes y que combatir el clasismo en sí es tan solo combatir uno de los brotes naturales de la estructura. El fiasco está en la estructura, que se llama capitalismo. O sea, podríamos enviar a los señores de la casa de Parástios al sótano e instalar al lunático del sótano como amo de la casa y todo permanecería igual — en este caso, seamos honestos, bastante peor.

Okei, pero ¿quiénes son los parásitos en Parásitos? En primer lugar, poniéndome pedante, lo de entender las películas, no como experiencias que deben sentirse o pensarse, sino como acertijos que deben descifrarse, es un producto muy positivista de nuestra cultura de estímulo-respuesta. Luego, es evidente que las dos familias pobres de la película pellizcan un poco de más de lo que les ofrecen sus huéspedes riquillos. Pero ampliando con zoom se revela cómo los de la parte alta de la estructura chupan el tiempo y la energía de los de abajo y esta relación parasitaria se expresa en distintos sabores en que los ricos consumen a los pobres. La adolescente convierte a todos sus profes en novios de quienes demanda atención y afecto. El nene ha convertido la cultura de los nativos americanos y el trauma del colonialismo en un tema similar a Avengers o PAW Patrol y el arte de Jean-Michel Basquiat, surgida de sus experiencias como hombre negro empobrecido de descendencia caribeña viviendo bajo el racismo sistémico del Nueva York de los setentas, en una estética para garabatear. Al señor de la casa, por su parte, lo que más lo prende sexualmente, su mero fetiche de poder, es manosear a su esposa cuando ella se pone, como si fuera cosplay, los calzones de una cualquierita pobre. Lo cual es un fetiche repugnante… excepto si lo hubieran explorado las señoras ricas de la galería llevando a sus esplendorosas casas al cualquierita pobre que tomaba las órdenes de enmarcado y haciéndole allí el amor. Una vez adentro de la casa, la habría destruido… es decir, a la casa como alegoría de la estructura de explotación de clases. Pero después de que la señora rica me hiciera el amor.

 

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