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El Censo también muestra la desigualdad entre hombres y mujeres
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El Censo Nacional de Población y VII de Vivienda, 2018, presentó sus resultados el mes pasado; entre éstos hay datos que confirman diferencias entre grupos sociales. En LaCocinaLab y Fáctica analizamos nueve respuestas que confirman las brechas entre hombres y mujeres.


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Diecisiete años después de su última edición en 2002, ya es posible obtener datos más precisos sobre las condiciones de vida de la población, y de algunas brechas de desigualdad, que permiten tomar decisiones acertadas sobre políticas públicas. El censo alcanzó, según Néstor Guerra, gerente del Instituto Nacional de Estadística (INE), al 96% de la población.

Estas infografías  muestran las respuestas del censo que reflejan   la situación de las mujeres en Guatemala, en diversas áreas. Hemos pedido a cinco analistas que investigan la salud, la educación y temas laborales,  para que nos den explicaciones sobre los resultados.

El 51.53% del total de población censada son mujeres (7.6 millones) y el 48.47% son hombres (7.2 millones). “¿La persona propietaria de esta vivienda es: hombre, mujer, ambos?”, “¿Cuál es la causa principal por la que no asiste a un establecimiento educativo?” y “¿Qué hizo durante la semana pasada?” son algunas de las preguntas analizadas.

Infografía 1.

Sabe leer y escribir (hombres y mujeres mayores de 7 años, por comunidades lingüísticas)

Dorotea Gómez Grijalva, antropóloga social y defensora de la Mujer en la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) cuestiona la diferencia entre hombres y mujeres que leen y escriben desde la persistencia de estereotipos de género que legitiman la priorización de la educación en los hombres, y que relegan el derecho a la educación de las mujeres a un segundo plano. “En este caso la educación de las mujeres no se considera como importante o prioritaria”, asegura.

En el pueblo garífuna el 61% de personas que no saben leer ni escribir son mujeres y el 39% son hombres. En la población ladina el 59% son mujeres y el 41% son hombres. En todas las poblaciones es mayor el porcentaje de mujeres analfabetas.

“Estas diferencias obedecen a que la mayoría del pueblo ladino vive en zonas urbanas, y el sistema educativo tiene más cobertura en esas zonas. Además, hay mayores oportunidades de agenciarse de recursos para cubrir las necesidades educativas. Factores estructurales que pueden constituirse en mayores posibilidades. En la mayoría de los territorios mayas el Estado está ausente, y la cobertura educativa sigue siendo una deuda histórica para con estos pueblos, y en especial para con las mujeres mayas, pobres y rurales”, explica Gómez Grijalva.

Infografía 2.

Causa principal por la que no asiste a un establecimiento educativo en este año:

Ana Lucía Ramazzini, socióloga e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso-Guatemala), resalta que la mayoría de causas donde hay mayores brechas, como que por quehaceres del hogar, cuidado de personas o porque tiene que trabajar no asistió este año a un establecimiento educativo, “evidencian los mandatos de género, impuestos desde el sistema patriarcal”.

Ramazzini enfatiza en que la falta de respuesta del Estado como garante del derecho a la educación afecta a todos los guatemaltecos; pero resalta que las mujeres son las más olvidadas. “Es por esto imprescindible reconocer que la equidad de género sea uno de los pilares de la calidad educativa en el sistema escolar”, asegura.

Ramazzini puntualiza que si bien existe una causa para la inasistencia escolar por estar viviendo “algún tipo de violencia”, la mayoría de las causas también representan manifestaciones de violencia o discriminación. “Una causa que requeriría mayor exploración es la de “no le gusta/no quiere ir” para identificar cuáles son las situaciones que viven, por las cuales limitan su educación”, concluye la socióloga.

La brecha más amplia entre hombres y mujeres está en las causas vinculadas a los quehaceres del hogar, el embarazo, si se casó o unió, el cuidado de las personas, así como que los padres o la pareja no quieren que asista a clases. “Es evidente la reproducción de la división sexual del trabajo en donde a las mujeres se les asigna y recluye en el ámbito privado del hogar, con tareas y destinos específicos como el de madre-esposas, resaltando su rol reproductivo”, asegura.

Infografía 3.

¿A qué edad tuvo su primer hijo o hija?

Mirna Montenegro Rangel, médica, socióloga y directora del Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva (OSAR) explica que el embarazo adolescente se asocia a la pobreza, a los pueblos indígenas y a la falta de acceso a educación. Tres factores de poblaciones vulnerables en el país. “Las adolescentes suelen enfrentar solas la maternidad y son vulnerables a un segundo embarazo en corto tiempo. Abandonan la escuela e ingresan a un mercado laboral que les explota y les da pocas oportunidades. Tanto su vida como su salud mental están en situación de riesgo”, asegura.

Según estadísticas como la de la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil 2015, el 21% de los embarazos en Guatemala, son de adolescentes. Y el Registro Nacional de las Personas (Renap) indica que el 18% de los nacimientos en 2018, fueron de madres adolescentes. El 47% de las mujeres censadas respondieron haber sido madres antes de los 20 años.

“En el campo de las políticas públicas, se hace necesario implementar la educación integral en sexualidad en el sistema educativo, información y acceso a métodos anticonceptivos para adolescentes, jóvenes, hombres y mujeres. Programas de empoderamiento para niñas que continúan en la escuela, como factor protector para prevenir el embarazo adolescente”, asegura Montenegro.

Esta era una pregunta dirigida únicamente a mujeres de 10 años o más de edad. ¿Por qué no se le preguntó a los padres?

“Un alto porcentaje de hombres no sabrían responder”, dice Montenegro. “La paternidad adolescente no es tan resaltada como el embarazo adolescente. Puede haber sesgo patriarcal en ver el embarazo adolescente y sus efectos solo en las mujeres, porque normalmente son ellas quienes cargan con la responsabilidad”, asegura.

En cuanto a casos de mujeres de 10 años o menos que a esa edad ya sean madres, Montenegro explica que los casos son casi nulos. “En años anteriores se han visto dos o tres casos. En 2019 se ha registrado uno”, explica.

Infografía 4.

¿Cuál fue el nivel de estudios más alto que aprobó?

Entre los resultados: hay más mujeres que han tenido acceso a la educación, en general, que los hombres. En cuanto al nivel de estudios más alto aprobado, Ramazzini dice que “a primera vista, pareciera que no hay brechas significativas entre hombres y mujeres. Sin embargo, resulta necesario el análisis”. ¿Cuál es la razón para que conforme se eleva el nivel de estudios la brecha entre hombres y mujeres se cierra?

“En el caso de las mujeres, su ubicación en los niveles tiene mucha relación con sus ciclos de vida: pasar de Primaria al nivel medio es uno de los cortes, y pasar de ese nivel medio a la universidad es otro. Es probable que tenga relación con la edad reproductiva de ambos sexos, y en el caso de los hombres con el mandato de ser productivo (el trabajo)”, explica.

El acceso a los niveles de licenciatura, maestría y doctorado es poco, comparado a los porcentajes de acceso a niveles primarios. “¿Quiénes son los hombres y las mujeres que llegan a ese nivel de aprobación? Sus edades, orígenes étnicos, clases sociales y territorios deberían poder cruzarse con factores relacionados a cómo viven y sobreviven las mujeres en la universidad: el acoso sexual y otras manifestaciones de violencia”, cuestiona Ramazzini.

Para muchas mujeres, la escuela constituye uno de los primeros espacios públicos. “Tomando en cuenta las causas de la inasistencia escolar, puede decirse que en el caso específico de las mujeres, esas causas tienen una relación directa con los mandatos de género, impuestos, particularmente en torno a ubicarlas en el ámbito privado”, agrega.

Sonia Escobedo Escalante, economista y exsecretaria Presidencial de la Mujer durante el gobierno de Álvaro Colom (2008-2011) dice que la presencia de más mujeres en los niveles educativos más altos se relaciona a la lucha por romper el llamado “techo de cristal”, denominado así al conjunto de barreras invisibles que impiden a las mujeres ascender en el ámbito laboral, que les exige mayor preparación académica.

Infografía 5.

Qué hizo durante la semana anterior al censo:

Hay más hombres de vacaciones y trabajando en el campo, y más mujeres en actividades de casa. Dorotea Gómez Grijalva asegura que esto refleja la persistencia de los estereotipos machistas. “Los hombres tienen permitido disfrutar más de los espacios públicos, gozar del derecho a la recreación y a la diversión, mientras que las mujeres deben cumplir con su rol reproductivo del cuidado de las y los hijos, padres, hermanos y la casa”, dice.

“Constantemente se reafirman los estereotipos de género; es decir que a las mujeres se les impone el espacio doméstico, que incluye hacerse responsables de la alimentación”, dice.

Para Gómez, la manufactura de su ropa también está repleta de estereotipos. “En la mayoría de los pueblos mayas quienes visten más sus indumentarias mayas son las mujeres, y la mayoría de prendas son elaboradas por ellas, a mano”, señala Gómez. “El arte del tejido es trasladado de madres a hijas, y su valor es poco en el mercado, factor que influye para que los hombres no se interesen en ello, puesto que son educados para realizar otros trabajos mejor cotizados y mejor pagados”, asegura.

Las mujeres suelen ser relegadas al ámbito doméstico y los hombres tienen más oportunidades para buscar y conseguir un trabajo que sí sea remunerado.

Infografía 6.

¿Trabajó durante la semana anterior al censo?

Sonia Escobedo Escalante, economista, explica que más que falta de oportunidades, la sociedad invisibiliza el aporte de las mujeres a la economía. “Los resultados del censo 2018 siguen colocando la dicotomía fundacional entre trabajo y no trabajo, entre productivo e improductivo. La etiqueta de improductiva, es un error recurrente que la economía capitalista comete al no reconocer los aportes de las mujeres”, asegura.

El 70.2% de las personas que respondieron “sí” son hombres. Escobedo indica que, asumiendo que el trabajo en casa no fue considerado como trabajo al momento de responder, hay 5 millones de mujeres en situación de dependencia económica, sin ingresos propios y con limitaciones a su autonomía. “Al no considerar el trabajo en casa como tal, la dependencia económica impide que las mujeres tomen decisiones propias. Esto provoca vulnerabilidades como la violencia, y el control sobre su tiempo y su vida”, agrega.

Infografía 7.

Si no trabajó, qué hizo durante la semana anterior al censo:

De las personas que dedicaron su tiempo durante la semana anterior al censo a los quehaceres del hogar, únicamente el 2.77% son hombres. Sonia Escobedo Escalante economista y exsecretaria Presidencial de la Mujer en el periodo 2008-2011, opina que estos datos ignoran el aporte que las mujeres hacen con el trabajo no remunerado. “La Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) ha logrado visibilizar, tras identificar 12 actividades no remuneradas que las mujeres realizan cotidianamente.  Entre estas: barrer, planchar, lavar, cocinar, cuidado de personas, cargos comunitarios y otras actividades que según el Censo 2018, le impidieron trabajar de forma remunerada a 3.4 millones de mujeres”, afirma.

Escobedo asegura que la sociedad no reconoce los trabajos de las mujeres porque en esa dicotomía fundacional se acuña la división sexual del trabajo, asignándoles el trabajo doméstico y de cuidados, lo que las encierra en el hogar. “Es un mandato social que en el siglo XXI se está rompiendo, no necesariamente para emancipar a las mujeres, sino porque el sistema capitalista necesita de su incorporación, lo cual le asigna una doble jornada o carga de trabajo; es decir, el trabajo doméstico y de cuidado, además del trabajo remunerado”, dice Escobedo.

[Quizás te interese leer: “Es inmoral llamar “inactividad laboral” al trabajo doméstico”]

Asegura que debido a esto, la inserción laboral de las mujeres ha aumentado sustantivamente en los últimos años, pero en condiciones precarias. “Los derechos laborales se deterioran y los salarios no compensan la canasta básica, lo que genera un círculo vicioso de empobrecimiento en los hogares. La inserción laboral genera oportunidades si es un trabajo donde se respetan los derechos laborales y con un salario adecuado. El trabajo remunerado genera autonomía política, económica y física para las mujeres”.

Infografía 8.

La persona propietaria de esta vivienda es:

A pesar de contar con tres opciones para la pregunta “La persona propietaria de esta vivienda es: 1. Hombre, 2. Mujer, 3. Ambos”, más de la mitad de las personas dueñas de las casas encuestadas, son hombres. Al sumar “mujer” y “ambos”, se alcanza un 41.85%.

Ana Silvia Monzón, socióloga, comunicadora e investigadora de la Flacso-Guatemala, opina que en términos de propiedad de las viviendas, la brecha entre hombres y mujeres es más profunda cuando se analiza la propiedad de la tierra para cultivar. Un dato que no se detalla en los resultados del censo.

“Uno de los factores de poder que mantienen la subordinación económica de las mujeres tiene que ver con la carencia de bienes inmuebles”, explica Monzón. “Históricamente desde el origen del patriarcado y de la propiedad privada, las mujeres no han sido consideradas propietarias; las herencias se han asignado a los hijos varones, y aunque han habido excepciones, los usos y costumbres han perpetuado esa idea; al igual que las leyes”, agrega.

Desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, en Guatemala las demandas por la tierra han sido una constante. Y las mujeres también han estado allí. “Tanto en el antiguo Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA), como en Fontierras o la Secretaría de Asuntos Agrarios, persiste la desigualdad en torno a garantizar el derecho de las mujeres a la propiedad de la tierra”, asegura Monzón. “La concentración de la tierra está en manos de las élites. Y son manos masculinas”, asegura.

Para Monzón, la asociación entre poseer bienes y el rol de mantener un bienestar familiar, van de la mano. “Se sigue asumiendo que los hombres deben ser los jefes del hogar. Se asume que ellos tomarán las mejores decisiones en cuanto al manejo del patrimonio familiar”, agrega.

En cuanto a la posibilidad para comprar propiedades, Monzón coloca como un factor relevante los empleos de salarios precarios (por debajo de la canasta básica que el INE coloca en Q3571), incidentes en la poca capacidad de ahorro. “Además, no suelen ser consideradas sujetas de herencia, hay un trato desigual a nivel familiar y es difícil ser consideradas sujetas de crédito, aunque esto está cambiando lentamente”.

Infografía 9.

La (o las personas) que toman las principales decisiones en el hogar es:

Los resultados a la pregunta sobre quién toma las decisiones en el hogar muestran gran diferencia respecto de los resultados a la pregunta “La persona propietaria de esta vivienda es:”. Aunque en el 53.2% de los hogares las decisiones son tomados por una pareja, en el 26.4% son hombres. Por arriba del 18.6% donde las tomadoras de decisiones son mujeres. Este porcentaje no implica que una mujer tome decisiones por su pareja, pues el Censo no arroja resultados sobre madres o padres solteros.

La toma de decisiones en el hogar está marcada por el machismo, asegura Monzón, en relación a los pocos avances que tiene la sociedad guatemalteca al respeto de los derechos de las mujeres. “Se continúa asignando el poder de decisión a los hombres, sobre todo las que tienen mayor trascendencia. Sin embargo, es importante precisar que tomar decisiones no necesariamente implica ejercicio de poder. Las personas pueden  tomar las decisiones que convengan a quien sí ejerce el poder”, opina Monzón.

“Sería interesante conocer sobre qué aspectos de la dinámica familiar toman decisiones las mujeres y los hombres. Sobre el uso de recursos, sobre la propiedad de bienes muebles e inmuebles, el cambio de domicilio o la orientación de hijos e hijas”, concluye Monzón.

Fe de errata: el 24 de octubre se cambió el infográfico 3, 6 y 8.

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