Guiones Radio Ocote
Cartas al cielo y los barrileteros de Sumpango
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Todo empieza en agosto. Todo empezó en 1978. O antes. Sí, antes. Cada 1 de noviembre, tras meses de trabajo, la gente de Sumpango, Sacatepéquez saca a la calle docenas de barriletes; algunos vuelan sutiles, otros solo se yerguen, luminosos. Hay de dos o tres metros. Hay otros que superan los quince metros. Estas enormes obras llenas de tradición, arte, familia y cultura atraen todos los años a cientos de miles de personas. Guatemaltecos y extranjeros. Pero su verdadero público, y quizás su razón de ser, son los muertos pues, según creen los sumpangueños, cada Día de Todos los Santos Dios les permite visitar su lugar de origen. Los barriletes de Sumpango son cartas para quienes han dejado el mundo terrenal.


[El audio del episodio lo encuentras aquí]

Federico Carranza: Cuando falleció mi papá, que fue en enero, yo tenía siempre guardo algunos barriletes y era aquellos faltaba alguien de la familia, me subí en la terraza ahí enfrente y me puse a volar un mi barriletío.

[CORTE + su voz continúa detrás de la narrativa, con menos volumen]

Narración: Él es Federico Carranza. Lleva toda su vida construyendo barriletes y es quien nos acompañará en este recorrido para conocer desde cerca esta ya mítica tradición; en la que un pueblo entero: Sumpango, se vuelca una vez al año a construir unos artefactos gigantescos que retan las leyes de la física. 

Esta no es la historia de unos barriletes, como les llamamos en Centro América a los cometas, esta es la historia de las personas que año con año, se disponen a crear unas coloridas obras de aeronáutica en papel. Dice, Don Fede, que los barriletes envían un mensaje a nuestros seres queridos, quienes han muerto, pues el 1 de noviembre, cuando se celebra el Festival de Barriletes Gigantes, Dios les ha dado permiso para visitar su lugar origen.

En este episodio de Radio Ocote te contamos sobre cómo de ser unos sencillos juguetes, un producto artesanal para el comercio en temporada de vientos, se convirtieron en el elemento identitario del municipio de Sumpango. Tras haber sido declarados patrimonio cultural de la nación en 1998, los barriletes de Sumpango han volado en festivales en Sur América y Europa. Soy Alejandro García, periodista de Agencia Ocote y hoy los llevaré a Sumpango a conocer a este pueblo que planifica todo el año cómo lanzar al aire estos espectaculares mensajes para los muertos. Les contaré sobre los orígenes, sobre el terremoto que cambió todo, sobre los retos de las nuevas generaciones, los grupos de mujeres que utilizan la tradición para posicionarse frente a la comunidad. Les contaré sobre un pueblo que vive por los barriletes.

[Sonido ambiente de personas cortando papel, engrapando; personas trabajando en la construcción de los barriletes]

Narración: Llegamos a Sumpango el miércoles 23 de octubre, a nueve días del día D –el 1 de noviembre, que celebra el católico día de todos los santos, o el pagano día de muertos-.  Sumpango es un municipio de colinas, con calles asfaltadas y algunas adoquinadas. Las casas son, en su mayoría, de concreto. Y sus personas hablan, caminan y se comportan con la cadencia relajada de un pueblo, pero también infectadas de un intenso frenesí que solo aparece cuando se acerca una fecha importante. Y, ¿qué más importante que el 1 de noviembre? Empezando en agosto, las personas trabajan hasta de madrugada por terminar los barriletes. No duermen. No descansan. No comen. O si comen, lo hacen rápidamente. Se bajan los Tortrix medio masticados con un vaso de Coca Cola tibio. Tan pronto terminan de tragar, vuelven a tomar las tijeras y la goma y se encuclillan para seguir trabajando en el piso de cerámica.

Narración: Cada año, además de conseguir materiales y robar horas al sueño, las diversas agrupaciones deben encontrar un espacio para ensamblar estas enormes obras de caña y papel que pueden alcanzar los quince metros. Los chicos de Corazón Juvenil, por ejemplo, ocupan el salón municipal. Las chicas de las Orquídeas, la casa de una amiga. Dos casas, más bien. El 1 unirán ambas mitades y levantarán su obra en la cancha de fútbol, a un costado del cementerio donde desde hace cuarenta años se celebra el Festival de Barriletes Gigantes de Sumpango. ¿Cómo llegaron a convertirse los diminutos cometas en un verdadero fenómeno cultural y en uno de los atractivos turísticos más importantes de Guatemala? Don Fede, a quien escucharon hace un rato, estuvo ahí e incluso antes, cuando los barriletes eran apenas un juguete.

Federico Carranza: A lo mejor ustedes han escuchado esa frase de, “Me la estoy viendo a cuadritos”. ¿Saben por qué es? Los meses de septiembre y octubre, ya se había terminado la cosecha del año anterior y aún no había llegado la de este año. Y entonces para cubrir las necesidades básicas, las personas agarraban, de imágenes religiosas, agarraban un cuadrito, lo iban a empezar y a vender, y con eso podían ir cubriendo las necesidades más urgentes de su hogar. Entonces mis abuelos paternos, para no vérsela a cuadritos, iniciaron haciendo barriletes, más o menos como el que les mostré, de a medio centavo y de a centavo. Lo hicieron por más de 70 años.

Narración: Antes de la expedición para observar la construcción de barriletes, estuvimos en casa de don Fede. Es de esas casas de antes. Con patio en la entrada, sillones antiguos, techos de concreto, plantas y muebles milenarios de madera. Don Fede nació en Sumpango hace 58 años, en 1961. Él dice que nació entre barriletes, y nosotros le creemos. En esta casa empezó a construirlos. Cristóbal Federico Carranza Sosa, hijo de Abel Federico Carranza e Imelda Sosa, nieto de Gerardo Carranza y Dolores Erminia Arévalo es quizás, uno de los sumpangueños que más conocen de esta tradición. Y aunque no le guste aceptarlo, pues es muy modesto, es reconocido como uno de los más grandes impulsores de los barriletes de Sumpango. Cuenta que a los seis años empezó a pegar sus primeros retazos, a ayudar a sus abuelos.

Federico Carranza: Le llamamos “la maquinita” porque mi abuelo y una tía, que todavía vive, ellos se encargaban de pegar el puro papel. Mi papá iba a buscar la barita de cola de coyote o de hueso, dependiendo del tamaño, era la barita que se utilizaba y él se las cortaba y hacía las armazones. Mi abuela les amarraba el centro y las pegaba al papel, y nosotros nos juntábamos, ahí mis hermanas, mis primos. Y decíamos “hagamos la maquinita”.

Narración: Maquinita porque cada miembro de la familia hacía algo, era una pieza que se encargaba de un proceso del ensamblaje. Los engranajes de un artefacto que, como en un acto de magia, es sostenido por un hilo y emprende vuelo en noviembre y diciembre, cuando soplan los vientos del norte a más de 9.6 kilómetros por hora.

Federico Carranza: Uno echaba el almidón. Donde iban los flecos. Otro pegaba los flecos. Otro echaba almidón donde iban los picos. Otro pegaba los picos de un lado, otro del otro lado y el más pequeño agarraba el barrilete y lo iba a poner así, en toda la orilla de la sala porque era una sala bien grande.

Narración: Esto era algo de todos los años. Los abuelos de Don Fede tenían además un torno, donde hacían yoyos, trompos y capiruchos; era una fábrica familiar de juguetes de madera. Gente de Sololá, de Mixco, de los municipios cercanos, llegaba hasta la casa de Don Fede a comprar aquellos juguetes que hoy pocos saben cómo operar; y aprovechaban a comprar los barriletes cuando era temporada

Federico Carranza: De Sololá venía doña Livita, ya sabía que tenía una prima que venía acá, la prima los encargaba y cuando venía con su carro a traerlos va, por docena. Se llevaba tres docenas, cinco docenas.

Narración: En esos años los primero de noviembre, en Sumpango, no había barriletes, más que los de siempre, los de venta, que eran pequeños; los que se vuelan y se venden en todo el occidente de Guatemala. Pero el ver barriletes todos los días quizás inspiró a las personas a hacer los suyos. Familias enteras hacían uno. Amigos. Cuadras. Un sutil espíritu de competencia entre vecinos empezó a desbordarse. De pronto, los barriletes empezaron a superar los dos y los tres metros. Y así, crecía la tradición. La gente los vendía, sí. Pero también los daba como regalo. La gente hacía los propios. Jugaba con ellos. Los volaba en las calles. En los techos y terrazas. Los corría en el cementerio. Pero vino el terremoto de 1976.

[Audio: noticia del terremoto 1976]

Narración: El terremoto de 1976 fue el más letal sismo de los últimos 100 años, en el que murieron 23mil personas y que cambió la demografía de un país; según don Fede, también destruyó la mayoría de casas en el municipio. Otras quedaron en ruinas. Unas más tuvieron que ser demolidas. El luto en Sumpango fue total.

Periodista: ¿Se recuerda cómo fue ese año para el primero de noviembre, del 1976?

Federico Carranza: Es que no hubieron barriletes. No, muy pocos. Porque todos estábamos preocupados en mejorar nuestras galeras. En el 77 igual.

Narración: La municipalidad prohibió correr sobre las tumbas, el lugar donde, justamente, las personas tomaban impulso para volar los barriletes. Los ministriles, que son un tipo de policía municipal, perseguirían a quienes rompiera las reglas y los castigaban dándoles chicotazos con varas de membrillo.

Federico Carranza: Por eso fue que en el 78 se tomó la idea de hacer un concurso. Vos Chalo, que sigue en el comité, con los de tu esquina. Siempre lo hacemos. Nosotros vamos a estar con Chompipe. Eran tres o cuatro personas que las invitamos de jurado calificador y fue muy bonito.

Narración: Esa primera vez participaron seis grupos, cada uno con un barrilete de tres metros. La presentación se realizó en el campo de fútbol. Si la primera fase fue el espíritu de competencia entre vecinos, la segunda fase fue el espíritu de resistencia de un pueblo.

Federico Carranza: No había para pinceles a veces. El perrito se llamaba, se le quitaba un pedacito de pelo de la cola y se amarraba en un palito. Y algunos iban a buscar el cebollín, que es un bulbo que tiene mucho pegamento y que se daba en los terrenos ya bien cerca. Ahora cuesta encontrarlo. Y donde habían más recursos se utilizaba la yuquilla y el almidón para hacerlo. Entonces la convivencia era muy agradable porque si la familia de alguien cocía güisquiles, nos llevaba unos cuatro, cinco güisquiles y nosotros a contar, a partir. Un pedacito cada uno. Elotes siempre ha habido aquí. Uno o dos elotes cada uno. Otro que llevaba cafecito, aunque sea ralo pero lo disfrutábamos. (CORTE) Se compartían, se convivía como con mucha alegría.

Narración: El grupo de Don Federico se llamaba Barrilete Bernabé. Era llamado así por el compañero que ofrecía su casa para las reuniones, Bernabé Herrera. Todos tenían entre 17 a 25 años. La edad promedio de quienes levantaron ese primer festival. Ese año el Barrilete Bernabé obtuvo el primer lugar en las categorías diseño y elevación. Las únicas disponibles. Conforme pasaron los años se añadieron premios para el tema y colorido. Cuarenta años después el Festival de Barriletes de Sumpango es el escenario de más de treinta equipos barrileteros. Y recibe unos 150mil turistas.

Gabriel Gallina: Estamos utilizando lo que es la digitalización, que otros grupos ya lo han utilizado anteriormente. (CORTE) Entonces ya no dibujamos, sino que lo hacemos todo a escala. Se dibuja en pequeño todo a nitidez y se manda a digitalizar, se hace en grande y empezamos a pegar todas las partes, como armar un rompecabezas.

Narración: Escuchan a Gabriel Gallina, el tiene 22 años, es dibujante y pintor, y es el representante del grupo Corazón Juvenil, al que pertenece desde que tiene 14 años. Gabriel pertenece a la más reciente generación de jóvenes que continúa la tradición de los barriletes en Sumpango. La que empieza a innovar este proceso.

Gabriel Gallina: Se imprime por partes y de ahí ya se pega en papel de china todos. Por partes, el lienzo la base. Y de ahí se van montando todos los colores.

Narración: Antes se dibujaba sobre el lienzo de papel. Don Fede así lo prefiere. Así como los padres de Gabriel.

Gabriel Gallina: En general, casi, si uno va a preguntar a todas las familias del pueblo la mayoría ha hecho barriletes. En el caso de mi familia, mis padres tuvieron el grupo de Happy Boys, que ahorita es el que tienen más años, que ha subsistido más. Él y mi tío han estado ahí y ya mis primos ya se metieron, pero en otro grupo que es el que actualmente estamos. Entonces ya va viniendo de generaciones, igual mis abuelos hacían barriletes.

[Sonido ambiente de personas cortando papel, engrapando; personas trabajando en la construcción de los barriletes; el sonido continúa detrás de la voz narrativa, con menos volumen]

Narración: Conocimos a Gabriel en el salón municipal de Sumpango. Ahí él y cuatro de sus compañeros estaban trabajando su barrilete. Cuando llegamos, a las diez de la mañana, ellos ya estaban instalados. Un enorme lienzo blanco sobre el suelo. Y sobre éste, el dibujo de una anciana, con su traje maya, hilando un pedazo de tela que, a la vez, se convierte en otro barrilete. Por un lado, hay un par de chicos, cortando el papel de china. Más lejos está otro engrapando piezas. Y Gabriel, junto a un hombre mayor, untan la goma sobre el lienzo. A excepción del hombre mayor, ninguno de los miembros de Corazón Juvenil supera los 25 años. Esto, advierte Don Fede, es el resultado de la misma evolución de la tradición dentro del municipio y cómo los barrileteros veteranos, mujeres y hombres, se han esforzado por enseñarle a las nuevas generaciones sobre este arte. 

Periodista: Cuando iban pasando los años se iba incorporando gente más joven, niños ya. ¿En los ochentas cómo empezó a crecer el concurso?

Gabriel Gallina: De lo que yo recuerdo, nosotros ya teníamos nuestro grupito, va. Y no se le daba la oportunidad al niño, como ahora que ya se tiene una categoría infantil, sino que decidíamos ya nos conocíamos y cada grupo tenía su gente hasta que las escuelas empezaron a hacer barrilete para representar su escuela y ahí ya se vio que había talento en los niños. Nosotros no nos daba tiempo por nuestro trabajo y digámole a los patojos que ya están de vacaciones, que vengan a trabajar el barrilete. Nosotros empezamos en el 91 a fortalecer todo esto cuando el alcalde fue Juan Cay Ixtamalic que él había sido el presidente del grupo Conojel Junam.

Narración: Los primos de Gabriel son parte de la llamada segunda generación de jóvenes barrileteros. Colectivo Juvenil fue formado en 1994. Gabriel nació tres años más tarde y se unió al grupo en el 2011.

Periodista: ¿Te acordás de ese primer año que estuviste en el colectivo?

Gabriel Gallina: Sí, fue una experiencia muy bonita porque hemos trabajado con mis primos en cosas pequeñas, barriletes pequeños que hacen entre primos y todo. Pero ya entrar así a dimensiones grandes sí ya es una experiencia muy bonita, estar trabajando, pegando pliegos ya casi figuras de medio pliego. Y donde uno también ya se va quebrando la cabeza a la hora de armar, porque dice esto lo pego, esto después lo pego y hay veces que después ya no caza. Y hay que arreglarlo. Y todo eso lleva a los representantes a enseñar a los nuevos que entran a decir: mirá esto lo pegás así y así para que te cace. Es una experiencia muy bonita el año que entré.

Rosa Mazate: No sabría decir específicamente mi parte favorita porque, bueno creo que, consideraría yo que la parte de colorear porque uno tiene que poner en juego su imaginación y tener la mente abierta ante cualquier posibilidad porque, todo lo que nosotros logramos en los barriletes lleva un proceso de manchado, y ese manchado pues requiere. Es como pintar en acuarela o pintar así con pintura, solo que en este caso es papel de china y jugar con la goma, jugar con los colores.

Narración: Ella es Rosa Mazate y tiene 22 años. La conocimos también en el salón municipal, pero no forma parte de Corazón Juvenil. Rosa es parte de Las Orquídeas, el primer grupo de mujeres barrileteras de Sumpango, fundado en 1999.

Rosa Mazate: Ok, el grupo Orquídeas prácticamente nace en 1999 es una iniciativa que nace prácticamente de nuestra representante Sara Xicón, ella junto con su hermano pues tuvieron la idea de crear un grupo puramente de mujeres, porque normalmente acá existen grupos, pero más de hombres. Y si no son mixtos. Este grupo es en su totalidad de mujeres y mujeres son quienes trabajan en todo el barrilete, y mujeres son también quienes elevan el barrilete.

Narración: La casa de Sara y su hermano René está en la última calle de Sumpango, antes de regresar a la carretera Panamericana. Es una casa que también es tienda.  Sara, debajo de una sombrilla, nos abre la puerta del parqueo. Ella viste de huipil. Tiene 43 años. Adentro de su casa Sara tiene una máquina de coser, una repisa llena de platos y vasos de vidrio y en una pared está un retrato de ella, frente a uno de los barriletes que ha levantado junto a su grupo. Y en el suelo, está el boceto en papel del que presentará este año, con las Pequeñas Orquídeas, el grupo de niñas que son algo así como el semillero, la cantera de las Orquídeas. Pronto sus dos hijas entrarán a la sala y ahí, en ese rinconcito en la entrada de Sumpango, habrá tres generaciones de barrileteras, tres Orquídeas que, a la fecha, sigue siendo uno de los grupos más reconocidos en el festival.  Pronto llega su hermano, René, de 52; moreno, de manos callosas y camisa de botones. Primero escuchamos a Sara.

Sara Xicón: Y eso veíamos nosotros más que todo, mi hermano René fue el que tuvo la idea, me dijo ¿Por qué no hacemos un grupo de mujeres? Solo de mujeres ¿Qué tal si te animás? Avisales a unas tus amigas, quizás puedan o les den permiso. Con unas 4, 5 me acuerdo yo que me dijo, suficiente, y hagamos un barrilete no muy grande para que lo logren terminar y hacerlo. Recuerdo que la idea surgió en agosto de 1999 y lo platicamos, lo hablamos, y entonces yo junté amigas porque yo me desenvuelvo en varios campos, tanto religioso, cultural y a veces político.

René Xicón: Sí como dice ella pues, yo siempre tengo esa idea de que la mujer siempre debe de sobresalir. Para mí, a mi no me gusta que la mujer ocupe un lugar secundario. Para mí creo que la mujer tiene la capacidad para sobresalir en todo campo. Y de ahí fue donde nació. Pues como dice ella, la mujer aquí, las muchachas y todo, recuerdo, que siempre participaban en los diferentes grupos, pero solo con, con qué, con llevarles refacción a los muchachos, hacerles un almuerzo, qué se yo, algo por el estilo. Pero yo como la idea que me surgió pues: hagamos un grupo pero que el grupo sea de mujeres y que resalte. Que no ocupe la mujer un lugar secundario, sino que ellas sean las protagonistas. 

Narración: En octubre del 99, trabajando solo durante las noches, las ocho primeras orquídeas terminaron su primer barrilete. Este tenía el diseño del huipil de Sumpango y fue dedicado a la activista, Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú. Un año después, eran 12 mujeres las que conformaban las orquídeas. Y año con año se sumaron más. Pero la primera generación creció: algunas se casaron, todas se salieron del grupo y por dos años, en el 2005 y 2006, las Orquídeas no participaron.

Periodista: ¿Y ahí fue donde empezaron las Pequeñas Orquídeas?

Sara Xicón: Y ahí fue donde empezamos de nuevo con niñas. Porque la primera generación la iniciamos con señoritas. Entonces luego platicamos con mi hermano: lo tenemos que iniciar con niñas, para que estas niñas vayan creciendo, se hagan señoritas y perduren en el grupo. Porque la primera generación, yo le digo así, solo tardamos 5, 6 años porque rapidito se fueron todas. Pero ya la segunda generación la iniciamos con niñas de 7,8,9 años y de ellas son las que ahorita están, las que se van a presentar el 1 de noviembre son las señoritas, las que eran niñas, ahora ya señoritas.

Rosa Mazate: Normalmente no pedimos nada para las señoritas que deseen integrarse al grupo, son bienvenidas siempre y cuando tengan el deseo de trabajar al 100%, de estar ahí y tomarle el cariño a lo que hacemos.

Narración: Escuchan de nuevo a Rosa. Si bien ella no ingresó al grupo a través de las Pequeñas Orquídeas, es ahora de esas jóvenes que instruyen a las niñas.

Rosa Mazate: Dentro del grupo orquídeas, ahorita las señoritas que estamos trabajando somos prácticamente la tercera generación. Sí, prácticamente pues nosotros quienes ya estamos, ya llevamos nuestro tiempecito en el grupo, personas que se integran al grupo ya toman nuestros conocimientos, dijo alguien verdad, entonces nosotros prácticamente en lo personal ya empezamos con eso a transmitirlo lo que nosotros aprendimos durante todo el proceso. 

[Sonido de las hijas de Sara trabajando]

Narración: Mientras hablábamos con Sara y su hermano René, las hijas de Sara aparecieron en la sala, con tijeras y papel en mano. Sin pedírselo, sin recordarles, ellas siguieron trabajando, como si nosotros no estuviéramos ahí. No le gusta que las interrumpan. Cuando Sara le pide a su hija que nos tome una foto con su teléfono, mientras la entrevistábamos, ella lo hace apurada, a regañadientes pues quiere regresar a su paisaje. Rosa también está trabajando duro. Al terminar de hablar con ella nos muestra lo que ella y las otras Orquídeas están armando. Le pido que me envíe las fotos, pero dice que mejor no. Es un secreto, dice. A ellas les gusta revelar su obra el día del evento. Incluso si entran a la página de Facebook de las Orquídeas, verán esas fotos, subidas el 8 de octubre, pero con el arte cubierto por otras imágenes. Así de importante son para ellas los barriletes. Su trabajo significa disciplina, entrega, creatividad y, también confidencialidad, es decir: el factor sorpresa, el espectáculo.

Sara Xicón: Para mi como mujer es muy importante que haya no solo uno, ni dos ni tres, siempre lo he propuesto en reuniones del comité. Y siempre he exhortado que hayan más grupos de mujeres porque así nosotras nos valorizamos como mujeres y damos a conocer, no solo a nuestro pueblo, país, sino a nivel mundial, que la mujer puede. No es feminismo, como algunos dicen. Pero sí es dar a conocer, animar a otras mujeres que puedan hacer, que se puedan desenvolver en varios campos. Por eso, no es por competir con los hombres, sino que es demostrar que se puede, que la mujer también puede.

Rosa Mazate En su iniciativa el objetivo era también hacer conciencia a la sociedad, el rol de la mujer también, que no solo se puede desenvolver en la casa que es lo que normalmente conocían en esos tiempos. Por supuesto ahorita en nuestra actualidad ya no es ese pensamiento el principal objetivo sino también es hacerles saber a las señoritas que todavía que aún siguen encerradas en el clóset por temor a algunas cosillas que todavía la sociedad tiene en contra de la mujer, pues que puedan salir y puedan también ser partícipes de todo lo que nosotras ahora tenemos. Y que no hay, algún estereotipo o algo que nos limite a hacer lo que estamos haciendo, porque hemos demostrado durante estos 20 años que se puede. Hemos elevado nuestro barrilete nosotras como mujeres, entonces que podemos lograr esas cosas verdad. Entonces, que no hay límites para uno que es mujer.

Narración: Es a través de la constancia de los veteranos como don Federico Carranza, de la innovación de los jóvenes como Gabriel Gallina y mujeres como Sara y Rosa Xicón que los barriletes de Sumpango, después de cuarenta años de trayectoria, siguen atrayendo a miles de personas cada año. Son también un tesoro para el municipio y el país. El acuerdo ministerial le dio otro empujón al evento y vino por la constancia, por las oportunidades fuera.

Federico Carranza: Porque nosotros estuvimos en Colombia en el 97-98-99 y un festival, fueron las primeras tres salidas que tuvimos. Luego en el 2000 fuimos al Dieppe, Francia que es el evento más grande del mundo y había 41 países más. Y otros lugares.

Narración: Sí, los barriletes de Sumpango son reconocidos a nivel mundial.

Federico Carranza: Así es. Una organización muy responsable ellos nos obligaron que nuestros trabajos que íbamos a presentar estuvieran un mes antes y nos preguntaron, “Miren, ¿los postes de qué diámetro los quiere? ¿Para qué resistencia?” Un montón de datos de fórmula y nosotros, “No, un palo que tenga el barrilete” y les hicieron unas bases de concreto y pedimos para tres barriletes de 10 metros, elevar barriletes de seis metros. Los llevamos doblados. La caña nos la dieron allá, el lazo para vuelo. Unas tres horas cada uno. Los materiales los querían allá para que no hubiera un contratiempo en el traslado.

Narración: Y en ese viaje a Francia, cuenta don Fede, los barriletes de Sumpango fueron bautizados como los barriletes del arte. La Fundación Drachen, la organización más grande dedicada a la difusión de las cometas alrededor del mundo, reconoce las de Guatemala por su valor artístico. Y así, una rápida búsqueda en Google revela reportajes de CNN, The Guardian y National Geographic. Los barriletes de Sumpango se han convertido en una fuerza de la naturaleza, tan intensa e implacable como la misma que los mueve y mantiene en el aire. Han logrado mantener el apoyo de las marcas, sin dejar que se adueñen del evento. Marcas como Pío Lindo y Cerveza Gallo aún les brindan fondos y si bien aparecen en los toldos y volantes, no aparecerán en los barriletes.  Han superado crisis financieras. Una vez hasta vencieron al Mitch.

Federico Carranza: Yo sabía que eso se iba a suspender. Pero la gente no quería. Los barrileteros decían, “Ustedes que son del comité, ¿van a dejar esta tradición? Aunque sea la armazón, pero lo paramos”. Los que estaban en las ventas, “¿Cómo nos van a dejar, yo ya tengo una arroba de carne y qué vamos a hacer con ellas?” “Señores, pero el Insivumeh dice esto”. “No, pero sigamos”. Sigamos pues.

[Sonido ambiente de personas cortando papel, engrapando; personas trabajando en la construcción de los barriletes] 

Narración: Parece estar sana esta tradición. Nos contaba Gabriel, por ejemplo, que los últimos días han trasnochado, que apuran las comidas para terminar rápido.

[Sonido ambiente de personas cortando papel, engrapando; personas trabajando en la construcción de los barriletes]

Narración: Don Fede insiste que van atrasados. Como cada año, dice. Eso no es de sorprenderse. Y tampoco le preocupa. Lo que le inquieta es el interés de las próximas generaciones. Está Gabriel, por ejemplo. De la competencia, a la resistencia, a la trascendencia…

Gabriel Gallina: Soy el que más o menos guía a todos los jóvenes, a los nuevos por así decirlo. Porque los que ya han estado años ya tienen la trayectoria, y ya saben a lo que vienen. Y yo soy el que más o menos guía y dice: miren hay que hacer esto, hay que hacer esto. Y me mantengo al pendiente de todo.

Narración: O Sara también.

Sara Xicón: Entonces para mi la visión mía es mi meta es formar y de hecho el grupo de niñas que tengo aquí a cargo ya tienen cuatro cinco años también, y ya de ellas ya son casi entrando a señoritas. Entonces ella va pasando ya casi a la segunda generación y la otra nena a la tercera generación para que esto continúe y no muera porque hay mucho de que hacer para la cultura y todo de nuestro país de nuestro Sumpango y de nuestra Guatemala.

Narración: Y Rosa…

Rosa Mazate: Porque metiendo las patas es como hemos aprendido, entonces de la misma manera las chicas que vienen a nuestro grupo también se les hace la mismas salvedades: No hagan esto porque, no echen mucha goma porque si echan mucha le dan de más, porque el trazo no caza a veces, todo eso se le transmite a ellas.

Narración: Pero don Fede no se conforma, para él falta mucho por hacer:

Federico Carranza: Hay que fortalecer de alguna manera, es la idea de tener la categoría infantil para que le van tomando amor.

Narración: Para construir un barrilete como los de Sumpango se requiere una armazón de bambú, amarras de cáñamo o lazos, papel de china, pitas, retazos de tela, entre otros materiales. Además, se debe contar con un espacio plano y amplio para ubicar las piezas del barrilete. El trabajo es lento y minucioso. Se requieren cortes precisos y rectos, trazos firmes pero fluidos. Hay también cierto conocimiento inherente entre las y los barrileteros. Recalcan que no usan ni una gota de pintura. Entonces, para obtener ciertos tonos deben combinar pliegos de papel de china, mezclarlos con pegamento, arrugarlos, etc. A esto se le conoce como el manchado. Seguro lo han escuchado durante el episodio. Pero quizás lo más importante es la paciencia. La paciencia y claro, el dinero para comprar los materiales. Para construir un barrilete como los de Sumpango a sus integrantes les toma más o menos tres meses, y para cada uno se necesitan entre 35 hasta 80 mil quetzales, unos 10mil dólares.

Federico Carranza: Personalmente para mi era un sacrificio que lo disfrutaba porque estaba aquí estaba allá. Pero si se olvida uno de sus compromisos. Mi familia bueno, llévate tus ponchos de una vez. Era una expresión. Pero les sigo agradeciendo, me ha permitido muchas satisfacciones. Conocer muchas personas. Aprender de todos (CORTE).

Narración: Si bien Don Fede continúa involucrado en el festival, y ayuda a veces a cortar, a pegar y dar consejos, señala que últimamente ha dejado que sean los jóvenes quienes sean la verdadera mano de obra. Esto, por supuesto, no lo aleja de su pasión.

Federico Carranza: El barrilete para mi es un elemento mágico que permite pues dar a conocer a los cuatro puntos cardinales, lo que es una pequeña comunidad que estando tan cerca de la capital todavía mantiene vivas sus costumbres y tradiciones. Y que como lo dijeron en Francia en el 2000 que fueron bautizados como los barriletes del arte. Entonces esos momentos no encuentro la alegría que yo siento como chapín, como guatemalteco, y dice “bueno ahí tenemos las cosas y no las apreciamos.” En la manera que podamos seguir fortaleciendo lo nuestro y no dejar que muera nuestra identidad que es lo que nos hace únicos en el mundo, entonces vamos a estar felices.

Narración: No debemos dejar que muera, dicen. Es tradición, es oralidad, es mística y poesía. Los barriletes, esas enormes postales de los sumpangueños son uno de los ejemplos paradigmáticos culturales más vivos y comunitarios en Guatemala. Para Rosa representa una oportunidad para reivindicar y fortalecer la lucha feminista y la sororidad, aunque no necesite llamarles así. Para Sara y René, los hermanos fundadores de las Orquídeas, son familia, amor y señalan que son también una de las fuentes de ingreso más importantes del municipio. Gabriel los ve como un bello elemento comunitario donde, además, puede dar rienda suelta a su creatividad. Los dedica a sus antepasados. Y, ¿para don Fede? Puede que para don Fede sea todo eso que acabamos de mencionar. Todo eso y más. Al entrar a su casa nos mostró recortes, revistas, fotografías. En el salón municipal ayudó a los chicos de Corazón Juvenil. Nos presentó a Rosa. Nos habló, orgulloso, de Enrique Cay, artista sumpangueño que ha presentado pinturas basadas en los barriletes en México, Estados Unidos y China. Pero siempre regresa a su familia, a sus abuelos, a esas tardes que, tras horas de trabajo, su abuelo le ofrecía jocotes en miel, como recompensa. 

Periodista: Sus barriletes para, ¿a quién se los dedica?

Federico Carranza: Bueno de hecho, tocó un punto bien duro porque cuando falleció mi papá, que fue en enero, yo tenía siempre guardo algunos barriletes y era aquellos faltaba alguien de la familia, me subí en la terraza ahí enfrente y me puse a volar un mi barriletío. Se siente algo especial. Después me fui yo al cementerio y se elevaba. Pero alguien me dijo, Estás espantando la lluvia, porque esa era otra de las creencias que cuando uno volaba un barrilete fuera del tiempo se espantaban las lluvias porque se cree que cuando pasan los azacuanes que son aves migratorias, ellos traen y se llevan a la lluvia. Pero ellas vienen a buscar comida a la parte sur del país y cuando se terminó aquí se van. Pero se tenía esa creencia de que teniendo ese barrilete elevado se espantaban esas aves que traían el agua, la lluvia.

Narración: Esto que acaba de decir Don Fede, creo que demuestra gran parte de la identidad e idiosincrasia de Sumpango. Tradición, familia, creencias, naturaleza, agricultura. Los barriletes para Sumpango representan familia. Es este despliegue majestuoso del día de muertos, una alegoría a la vida; que, colorida, se repite año con año.

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