COVID-19
Lo que importa son las vidas humanas y no la economía
Por:

Es uno de los infectólogos más respetados de la región. El que lideró la lucha contra el VIH/SIDA, y el que demandó al Estado de Guatemala ante la CIDH por no velar el derecho a la salud de los pacientes con sida. Eduardo Arathoon, con más de tres décadas de trabajo en investigación y atención a pacientes, instaló en Guatemala un innovador sistema con laboratorios de punta para atender enfermedades infecciosas. Pero, el Gobierno no le está escuchando a él, ni a la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas para atender la crisis sanitaria del COVID-19. En esta entrevista telefónica, Arathoon repasa las lecciones que ha dejado el VIH, evalúa las políticas gubernamentales tomadas hasta ahora, e insiste en que hay que ver lo positivo de esta pandemia: que el sistema de salud se transforme.


El sábado 14 de marzo, Eduardo Arathoon y otros miembros de la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas (AGEI) hablaron con el presidente Alejandro Giammattei y sus funcionarios sobre la pandemia del coronavirus. En esa reunión, a puerta cerrada, los expertos infectólogos dieron su opinión. Al día siguiente, Giammattei ordenó el cese de actividades del sector público y privado, y la cancelación de todo evento masivo, entre otras medidas que promovían el distanciamiento social y apostaban por contener la expansión del SARS-CoV-2, causante de la enfermedad del COVID-19 o coronavirus. Pero, han pasado las semanas, y las medidas de distanciamiento tienen excepciones en algunos sectores, a la vez que la realización de pruebas -contradiciendo las recomendaciones de la OMS- siguen siendo escasas. El Presidente no volvió a escuchar a Arathoon y a la AGEI, como organización; aunque, habló con otros médicos a título personal*.

En 1984, estando en Stanford, California, fue testigo de cómo se desarrolló aquel virus que marcaría esa década y las posteriores: el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Por el que aún mueren 2,500 personas al año en Guatemala. Arathoon ha dedicado casi cuatro décadas de su vida a estudiarlo y a investigar cómo detectar a tiempo las enfermedades infecciosas oportunistas mortales* que padecen las personas contagiadas con el VIH.  

Arathoon se encargó también de instalar en Guatemala un laboratorio, que sirve a otros laboratorios*, y en buscar recursos para la atención de los pacientes con VIH. Es director médico de la Clínica Familiar Luis Ángel García, del Hospital General San Juan de Dios*. Paralelo a su trabajo científico, ha sido una voz imprescindible para señalar las falencias e impulsar cambios en el sistema de Salud de Guatemala. Fue de los demandantes en un proceso histórico que en 2018 haría que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenara al Estado de Guatemala por haber negado la atención médica a las víctimas portadoras del VIH/SIDA.

Arathoon está convencido de que, para abordar la pandemia del coronavirus, se debe aprender de la experiencia de la pandemia del VIH: Hacer pruebas y tener un control epidemiológico, aunque reconoce que: “el VIH iba en cámara lenta”. Ahora, en cuatro meses, el COVID-19 ha alcanzado una cifra de contagios de 1,650,000 infectados en el mundo, y 100,000 muertos (el 10 de abril) y 126 casos reportados en Guatemala.

¿El panorama más negativo para Guatemala? “Que se contagie el 60 o 70% de la población y que la gente empiece a morir ahogada porque no hay suficientes respiradores, o que los médicos se tengan que enfrentar a decidir en salvar a una persona y dejar morir a otra”, describe Arathoon. Señala las condiciones precarias del sistema sanitario de Guatemala y una estrategia de detección “arcaico” -al centralizar las pruebas en el Laboratorio Nacional de Salud-. El médico pone en duda que el gobierno se esté dejando asesorar de voces calificadas y cuestiona* si se están anteponiendo intereses económicos al de las vidas humanas.

Pero, a pesar de un panorama desfavorable, Arathoon insiste en que es necesario un mensaje positivo, mostrar la luz entre las nubes: Que esta pandemia, que nos va a alcanzar a “todos con mayúsculas” sirva para cambiar el sistema de salud en Guatemala.  

Es usted uno de los médicos con más conocimiento sobre el VIH/SIDA en la región, y de enfermedades infecciosas relacionadas. ¿Podemos tomar lecciones de cómo se ha abordado la investigación y el cuidado de pacientes del VIH con la pandemia del SARS-CoV-2?

Yo vi el primero caso hasta 1984 (los primeros casos en el mundo fueron reportados en 1981), en los Estados Unidos. Allí, en California, en la Universidad de Stanford, vi un montón de casos.  Al principio, ni siquiera sabíamos que era un virus. Se creía que era una enfermedad solo de gente gay, se relacionó también con el uso de drogas. Luego* se empezaron a identificar casos en África, y se empezó a sospechar que había un agente causal. La gente creía que nos íbamos a infectar y a morir, y había mucho miedo. La diferencia entre el VIH y el SARS-CoV-2 es que aquello sucedió en cámara lenta. Iba muy despacio, y nos dio tiempo a tomar medidas. Algunas que se podrían aplicar ahora con el COVID-19. Esta entrevista se realizó el miércoles 1 de abril.

El VIH fue un parteaguas para las sociedades y, en especial, para la ciencia.

Todo el mundo empezó a hablar de eso. Entonces empezaron a buscar el virus, y no fue hasta el 82 y el 83 que se supo que era un virus. Las pruebas para detectarlo surgieron como tres años después. Ahora, con el coronavirus dicen que surgió en diciembre en la China. La diferencia entre lo que sucedió con el VIH y el COVID-19 son los grandes avances tecnológicos* que han ocurrido en este tiempo. Pero, sin duda, la experiencia del VIH ha servido de base para investigar ahora.

No tenemos que olvidar que en Guatemala mueren 2,500 personas al año de VIH y se mueren más que nada porque no se está haciendo pruebas. Allí empiezan las similitudes entre el VIH y el COVID-19: Con las pruebas.  Al principio, en Guatemala, el único laboratorio que hacía las pruebas del VIH era el Laboratorio Nacional, y a medida que fue evolucionando la epidemia, cuando liberaron las pruebas y se hicieron pruebas comerciales y todo mundo tenía sus pruebas, podíamos hacer diagnósticos, por lo menos por sospechas clínicas, atacar a los virus oportunistas.

¿Qué sucedió con el Laboratorio Nacional en ese momento?

El laboratorio no daba resultados pronto. Entonces, decidimos nosotros hacerlo por nuestra cuenta, tomar la responsabilidad de los laboratorios. En el laboratorio del (Hospital) Roosevelt -que trabaja de manera independiente- y en las nuestras. Empezamos a hacer diagnósticos por cultivos. Iniciamos con el sistema POC (Point Of Care Testing, o bedside testing; que consiste en que las pruebas se realizan en el laboratorio  del mismo hospital donde está el paciente para una respuesta pronta y eficiente). Se toma la muestra y se trabaja a la par del paciente, esa es la manera de salvar a la gente. Lo que nos tomaba un mes, ahora tenemos una prueba en dos minutos. Todo esto lo hacemos no con dinero del Ministerio sino de oenegés (Organizaciones No Gubernamentales). Al inicio, el gobierno no daba* dinero para esto.

¿Por qué la decisión gubernamental de centralizar las pruebas para la COVID-19 en el Laboratorio Nacional?

Los laboratorios nacionales de referencia son similares al modelo CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades). Son referencia el CDC de Atlanta, por el ECDC europeo, el CDC de (Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS)) Malbrán en Argentina, por ejemplo. Los países tienen su laboratorio de referencia y están haciendo pruebas. Está el Chinese CDC,  que también hacen pruebas y que, con la ayuda de otros laboratorios clínicos pudieron ayudar a identificar a las personas positivas en la población*, y que fueron quienes compartieron la información y las muestras del SARS-CoV-2. Los laboratorios con modelos CDC están más centrados en el control epidemiológico, pero no en hacer diagnóstico clínico*. Lo que pasa con estos laboratorios es que no son laboratorios de servicio, no están a la par del paciente o cerca del paciente; además de eso no tienen la mística de salvar gentes. Ellos lo que hacen es recabar números para entregárselos a los epidemiólogos. Eso está muy bien para medir la epidemia, pero los números son personas y no están tomando en cuenta la vida de las personas.

Es decir, ¿sirven para la investigación, para medir la pandemia, pero no necesariamente para tratar a los pacientes?

Para varias cosas. Incluso, en este momento, cuando hacemos una prueba (del coronavirus) nos están regresando el resultado en 24 o 48 horas, mientras tanto el paciente si llegó a un hospital público, está a la par de otros pacientes que tienen síntomas similares -que tienen tuberculosis, por ejemplo-, entonces se están exponiendo a otras enfermedades. Pero si están negativos, también se están exponiendo al SARS-CoV-2.  Entonces, llega un momento en que los hospitales se pueden volver centros de multiplicación de infecciones. Eso sucede cuando no existe in situ, en el mismo lugar, el laboratorio. Y estoy hablando de la Ciudad capital nada más. Imagínese: ¿Qué sucede en los departamentos? ¿Cuánto tarda en venir una muestra para el laboratorio? Otro agravante es que el ARN, el ácido ribonucleico (el  material genético del virus) podría no es estable para transportarlo periodos largos de tiempo si no están bien refrigerados, y eso puede dar falsos negativos. Ese es otro problema de tener un solo laboratorio. Además de que no tienen el equipo apropiado para hacer múltiples pruebas ágilmente. Solo tienen termocicladores, es una prueba de biología molecular, que reproduce secuencias del virus con cambios de calor, pero es una máquina muy lenta. Entonces, por eso los resultados del Laboratorio Nacional de Salud están tomando mucho tiempo porque no tienen el equipo apropiado

¿Cuál es su recomendación?

En el caso del VIH tratamos de convencerlos. Pero fue imposible convencerlos de que cambiaran su manera de actuar, entonces decidimos tomar el problema en nuestras manos. Empezamos a hacer los laboratorios, nos dimos cuenta de que un alto porcentaje de pacientes que llegaban por primera vez, morían de infecciones oportunistas, más o menos un 17 por ciento. Entonces empezamos a hacer pruebas, primero conseguimos una prueba, por medio del CDC de Atlanta, la hicimos como en tres años. Una prueba de orina para encontrar el antígeno de  una enfermedad que se llama  histoplasmosis y que estaba matando mucha gente, la empezamos a detectar de forma  más eficientemente que con los cultivos. Después de eso salió una prueba rápida como de 30 minutos. Luego, empezamos a tener pruebas moleculares de tuberculosis y micobacterias no tuberculosas . Nos mandaban por medio de ambulancias las muestras, pero sucedía que las ambulancias de los departamentos donde estaban las clínicas de VIH no venían a tiempo.  En Guatemala hay como 16 o 17 Unidades de Atención Integral para atender a pacientes con SIDA. Entonces, como ya teníamos avances y habíamos trabajado bastante en eso, conseguimos que la GAFFI (Global Action Fund for Fungal Infections) nos diera un grant y que tomaran a Guatemala como un laboratorio para detectar infecciones fúngicas de nuestros países.  

Lo que se nos ocurrió, obviamente, era no pasar por el Laboratorio Nacional, porque ya sabíamos que no iba a funcionar. Creamos un Hub, donde converge toda la información y la actividad; y lo montamos sobre una plataforma en internet que se llama  Fungired.  Allí hacemos tres cosas con la Asociación de Salud Integral (ASI):  En una parte de la plataforma montamos el sistema Moodle para educar en línea. Educamos a los médicos, con diplomas aprobados por las universidades, en los cuales les dábamos clases de cómo identificar las infecciones oportunistas para que no se les murieran los pacientes, y cómo tratarlas. Trece unidades de atención del país accedieron a meterse a esta plataforma. Después capacitamos al personal que tenía que empacar las muestras, basados en normas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y también los certificamos. El segundo, es el envío de pruebas y diagnóstico con tecnología de punta. Empezaron a mandarnos pruebas. Hemos recibido más de 2,000 pruebas al año, donde el 17 por ciento están positivos de una infección oportunista que si no la hubiéramos detectado, los pacientes hubieran muerto. Otra parte de Fungired es la parte de estadísticas, cada médico que va a mandar una muestra, primero nos manda las características del paciente, sin nombre, con código, edad, en dónde vive, qué síntomas, y las pruebas que quiere. Entonces, cada centro tiene  sus estadísticas de manera que pueden seguir la epidemia local de las infecciones oportunistas. Nosotros, en 24 horas, casi siempre, mandamos los resultados de todo, desde los departamentos. Allí hablamos de pruebas más complicadas que la del coronavirus. 

A medida que hacemos eso, hemos conseguido mucho equipo, secuenciadores -que fueron lo que usaron en China-, y una máquina que hace la prueba que está haciendo el Ministerio a mano. En tres horas nos saca 80 resultados, esta máquina es totalmente automatizada. De estas hay tres en el país en las clínicas de VIH. Una está en el Roosevelt, que trabajan aparte. Una en la clínica Luis Ángel García (en el Hospital San Juan de Dios), y otra en Quetzaltenango.

Hemos ofrecido muchas veces hacerles las pruebas, con este mismo sistema, darles los resultados, saber quiénes son los pacientes y sus celulares, de manera confidiencial, para darles seguimiento; y no nos dejaron hacerlo. Y prefieren hacerlo allí, a paso de tortuga, mientras la gente está sufriendo las consecuencias. Gente que se está contagiando, mientras espera los resultados; o que podría contagiar a sus familias y a los hospitales. Porque cuando no tienen muchos síntomas se les manda a su casa, y sin resultados los pacientes no van a tomar muy en serio la cuestión. Entonces, esa lentitud para mí es muy mala… Está haciendo que la gente se contagie.

Otra cosa es que no sabemos cuál es la magnitud del problema, ni podemos proyectar cuando va a ser el pico de la epidemia.

¿Cuál es su opinión sobre el número de pruebas que se están realizando?

Cuando una persona está contagiada se le ayuda clínicamente, que es lo que me interesa en el corto plazo. Pero otra cosa muy muy útil, es que a esas personas, a todos sus contactos, se les hagan pruebas también y se ponga en cuarentena a los que estén positivos. Hay un 20% de las personas en esta epidemia, por lo menos de lo que sabemos, que son completamente asintomáticas y sí están contagiando. Y esos casos no se detectan si no hacemos miles de pruebas. Y la epidemia no va a pasar si hay un 20% de la población que sigue contagiando. ¡Eso es crucial! Hay un montón de aspectos que indican que lo que están haciendo en este momento con la centralización de las pruebas en el Laboratorio Nacional de Salud, es un método arcaico.

Entonces, ¿cuál es su propuesta?

Mire, en este momento lo que tenemos que hacer todos es innovar. Tenemos que agilizar, tenemos que desechar los mismos métodos que después de 30 años de estar usando vemos que no funcionan.  Hacer las cosas de otra manera. Como hicimos con las pruebas para las infecciones oportunistas del VIH que nos funcionó. Entonces, para salir de la epidemia hay que tener mucha agilidad en la manera en que nos movemos, y tenemos que tener una flexibilidad estratégica. Y esta gente no tiene flexibilidad, sigue pensando en lo mismo que no funcionó hace 30 años. Eso tiene que cambiar. Si algo nos ha enseñado esta epidemia es que tecnológicamente estamos mucho más avanzados.  Podemos comunicarnos todos por medio de Zoom en la web, podemos hacer las plataformas como hicimos hace cinco años en Fungired para mandar los exámenes. Esta gente no está haciendo uso de la tecnología, que si no es de punta, por lo menos que sea la de dominio público. Siguen usando los métodos que se utilizaban casi que  en 1918 con la epidemia de influenza. Claro, los principios básicos siguen siendo los mismos, pero no podemos seguir haciendo lo mismo, cuando sabemos que no funciona. La epidemia del VIH nos ha enseñado lo que sí funciona, hemos tenido la ventaja de que fue en cámara lenta. Pero si una cosa aprende uno, después de mucho tiempo de hacer esto, es que uno debe ser humilde y escuchar las sugerencias. Y no quieren escuchar, y quieren seguir teniendo el control de todo el asunto a expensas del daño que están haciendo.

¿Qué ganan teniendo el control y no escuchando?

Hay intereses políticos que tienen que ver con el control. Alarmar o no a la población. Si están aceptando lo que dice el Presidente o no. Si quieren esconder que la epidemia es muy grande y que va a ser un desastre porque no hay ventiladores. Si uno empieza a pensar mal, tiene mucho campo donde pensar mal. En una epidemia como ésta, lo primero que hay que hacer es ser transparentes, honestos y tratar de escuchar y analizar. Eso fue lo que hizo Corea: ha sido muy transparente en lo que está haciendo y va saliendo adelante. Estados Unidos perdió mucho tiempo gracias a la arrogancia de un ser humano, esos son errores políticos por estar ocultando cosas. Y aquí me temo que vaya* camino hacia eso, no hacia eso quizás, porque empezamos a tiempo a separar a la gente, pero hay que tener mucho cuidado en cometer esos errores.

¿Qué pasa con los tratamientos a las personas enfermas? ¿Los procedimientos? ¿Directrices sobre los medicamentos para las personas que ya están contagiadas?

En los hospitales están haciendo protocolos. Desconozco qué están haciendo en el Parque de la Industria y en el Hospital de Villa Nueva. Lo que sí sé es que escribieron una carta y pusieron la especialidad de cada quien (los firmantes), y no recuerdo haber visto intensivistas ni neumólogos en la lista, que son quienes manejan los respiradores. (*Luego de publicada esta entrevista, Arathoon informó que en el lapso entre la realización de la entrevista y su publicación, recibió información de que la situación pudo haber cambiado y que recibió información de nuevas contrataciones). Lo que hay que hacer es tener muchos respiradores y saberlos manejar. Me ha estado llamando gente, preguntando qué tan peligroso sería trabajar en el hospital, no sé si tienen protocolos, pero son jóvenes que no tienen ningún tipo experiencia en trabajar con pacientes críticos. Son recién graduados.

En el San Juan de Dios, donde yo trabajo, sí sé que se están haciendo varios protocolos.  Con el departamento de enfermedades infecciosas, lo que estamos trabajando  como alternativa posible, aunque no está comprobado, es la administración de hidroxicloroquina más azitromicina; sin embargo, esto es controversial porque aún no está basado en evidencia*. Pero no es lo único, en el San Juan, sin tener ningún paciente con coronavirus siempre están ocupados todos los respiradores, todo el tiempo. O sea que hay cero para la epidemia. Y, eso no es todo, lo que más me preocupa es que el viernes (27 de marzo) fui a hacer visita al San Juan de Dios, y en un ala no había agua. Los pacientes no tenían dónde bañarse y el personal no podía lavarse las manos*. Además de eso, hay cero equipo protector para los patojos que están trabajando allí, eso es inhumano. Es como mandar a alguien a la guerra sin balas.

Eso no es posible, tienen que protegerse de alguna manera. *Y, eso está en vías de resolverse, pero no sabemos por cuánto tiempo. Hemos tenido muchas promesas, pero nadie ha donado nada. Todo mundo tratando de hacer negocios con los alcoholes gel, con esto y con el otro. Nadie está tratando realmente de ayudar, no hay ningún tipo de solidaridad genuina como sucedió en el tiempo del terremoto, por ejemplo. (Actualización: el 11 de abril, Arathoon informó que días previos a la publicación de la entrevista, empezaron a llegar algunos insumos). Eso debería estar sucediendo ya. Lo que deberían pensar, es que no se va a afectar solo a la gente necesitada si no que nos va a afectar a todos. Porque los hospitales privados donde no dejan meter a pacientes con coronavirus, tampoco tienen suficientes respiradores. Y si esto crece, como creemos que va a crecer, va a ser un desastre a todo nivel. Y no podemos salir del país a otro lado, como hace la gente pudiente, que se hace sus tratamientos afuera. Porque ni aquí ni en la China, ni en otro lado los van a atender, porque todo el mundo está igual. Tiene que haber protocolos, pero también se tiene que conseguir las cosas para implementar los protocolos.

Debe ser frustrante para usted, que lleva tantos años señalando al sistema y tratando de que algo cambie.

Tengo la resiliencia de haber trabajado más de 30 años con un sistema que todos sabemos que no funciona, tratando de corregirlo y que nadie ha escuchado nada o ha escuchado muy poco. Tanto ha sido que he puesto una demanda en la CIDH contra el gobierno, la cual ganamos después de 20 años de estar peleando en las cortes. En ese tiempo fue porque no daban tratamiento a las personas con VIH, sabiendo que eran baratos los tratamientos, simplemente los dejaban morir porque les daba la gana dejarlos morir. Y eso eran los salubristas, los del Ministerio de Salud Pública. No existía* una vocación de servicio en el Ministerio para las personas individuales. Y sí, he tenido mala experiencia con ellos. Y espero que algún día logremos cambiar eso porque nos conviene a todos, a todos con mayúscula inmensa. Porque ahorita nos va a alcanzar a todos el descuido y el abandono en que hemos tenido al Ministerio de Salud Pública por tantos años.

Se señala constantemente que el abandono es por falta de recursos, ¿es todo financiero o hay falta de voluntad para hacer los cambios?

Mire el presupuesto de la emergencia, cuánto se va para infraestructura. Fíjese a dónde va cada cosa, el préstamo lo están usando para otra cosa. Sí, vamos a necesitar infraestructura después del tsunami económico, no digo que no, estoy de acuerdo con eso. Pero eso no solucionará el problema de salud pública. Para la salud publica son dos palabras: voluntad política. Es todo.

Los salubristas tienen primero que educarse en cómo hacer las cosas, un Ministerio que por 30 años ha trabajado sin ningún tipo de recursos, no han tenido acceso a las maneras apropiadas de manejar las epidemias. Ha estado el cólera, el zika, y no han sabido manejarla adecuadamente. *Y éstas eran epidemias que se autoimitaban sin muchas consecuencias serias, pero con la COVID-19 sí tienen que intervenir para evitar consecuencias desastrosas. Tienen que renovar el sistema de salud pública. Los epidemiólogos tienen que entender que no son clínicos, no tienen que tomar decisiones médicas. Eso es importante también que lo comprendan, que no solo está en manos de ellos. Debe haber un grupo multidisciplinario abordando el problema y que no sea solo un grupito. Los epidemiólogos toman todo tipo de decisiones en el Ministerio, y hay otras personas que pueden tomar mejores decisiones que no necesariamente son epidemiólogos.

Al Ministerio de Salud, vamos a tener que replantearlo después de esto. Ojalá que esto sea el paso que nos haga superarlo. No podemos seguir en esto. De las cosas malas, de esta cosa malísima que está ocurriendo, tiene que salir algo bueno, y ojalá sea eso. Si sacamos eso al menos, la calidad de vida en Guatemala va a cambiar.

¿Cómo sería ese cambio?

*Se habrá logrado cuando el Presidente se enferme y vaya a al San Juan porque ahí hay buena medicina. Ahora, cuando alguien no tiene un seguro, mira cómo se endeuda porque sabe de las condiciones deplorables en que se encuentran los hospitales. Como sucede en otros países que son los hospitales públicos los que dan el mejor servicio, o que son los únicos que funcionan. Aquí funcionan hospitales para gente pudiente y otros para gente pobre. Y eso no puede ser así. *Toda la gente se merece lo mismo. Quizás deberían entender que la fuerza de trabajo del país tiene que estar sana.

¿Cuál es su opinión respecto a que los hospitales privados atiendan también a enfermos de coronavirus?

Yo creo que sí, definitivamente. Espérese a que el primer político se enferme, ¿lo van a mandar a Villanueva? Espérese que los médicos de un hospital privado se enfermen, ¿se van a querer ir a Villa Nueva? Ya están haciendo planes para la atención y hacer alianzas entre los hospitales privados… Siempre hay que planear para lo peor y esperar lo mejor. Esa es la máxima que debemos mantener.

¿Qué es lo peor en este contexto?

Que el 60 % o el 70% de la población se contagiara, que se desbordaran los hospitales, que no hubiera respiradores, que la gente se empiece a morir ahogada porque no hay respirador. Y que cuando haya alguien en un respirador, que es más viejo, desconectan al viejo, lo matan, y agarran al joven. Eso me ha tocado con el VIH, cuando había tan poca medicina, empezábamos a ver quién tenía dependientes, por ejemplo. Hacíamos eso, y eso es estar como jugando a Dios. Y no podemos estar jugando a Dios, los médicos no estamos para eso.

Hay un montón de dilemas éticos con estos temas. Y debería ser esto un mea culpa para todos los políticos que han pasado por allí y no han hecho nada.

Hay mensajes ambivalentes en el discurso del Presidente, y en las políticas que se han tomado. Desde aquel domingo, o lunes, en que se ordena el distanciamiento social y el cese de actividades; para luego hacer menos estrictas las medidas.

Personas cortoplacistas, con visión cortoplacista, están presionando al Presidente. De algunos sectores económicos* del país. Pero estas personas, va a llegar un momento en que van a entender que sin población sana no hay economía. Aquí la prioridad, que es lo que ha entendido Trump recientemente, es que son las vidas humanas y no la economía lo que importa. A Trump le costó mucho entender.

[Lee también: Giammattei vrs. Giammattei, el discurso del Presidente enfrentado a sus disposiciones]

Cuando usted, con miembros de la AGEI, se reunieron con Giammattei, ¿estaba en disposición de tomar medidas como la del distanciamiento social?

Él estaba convencido de que había que hacer el distanciamiento social, pero después ya jamás nos volvió a llamar. Hablamos con él un sábado, y jamás nos volvieron a tomar opinión. Quizás le llegaron a endulzar el oído, que le dieron dinero para hacer el hospital; *y podría dar sospechas de que lo compraron, o que compraron la toma de decisiones.

Nosotros tenemos las líneas telefónicas 1540 donde nos llaman todo el tiempo para asesorarse con cuestiones del coronavirus. La población está muy preocupada. ¿Sabe por lo que nos llaman más? Para hacer denuncias de los trabajos y que no tienen cómo protegerse. No tienen a dónde dirigir las denuncias y allí murieron éstas. Tienen que tomar responsabilidad de eso también. Están forzando a trabajar en call centers. Donde hablan todo el día y están produciendo aerosoles (de la respiración y la saliva). *En esos espacios hay aire acondicionado, entonces las gotitas del aerosoles se deshidratan y se hacen más pequeñas, más livianas, vuelan más fácilmente, y se mantienen más en el ambiente; entonces, la gente se está contagiando.

¿No hay asesores?

Cero, cero. *Bueno, sí tiene, pero no los adecuados. Se tienen que dejar asesorar de gente científica, que sabe lo que está haciendo. Que yo sepa no tienen asesoramiento científico adecuado. Nosotros fuimos a ofrecer (la AGEI) y no nos volvieron a llamar. *Llamaron a algunos médicos a título personal, pero no a la AGEI.

Pero hay un grupo de la población a la que no le convino, entonces le fue a hablar al Presidente. Se están anteponiendo muchos intereses ante la epidemia. Es un interés mezquino como el económico lo que se antepone. Lo que hay que ver es que la gente no se contagie.

Es un panorama desolador.

Una cosa que debería estar clara, es que las medidas de aislamiento que tomó el Presidente al principio son las adecuadas, y es posible que no estemos viendo muchos más casos gracias a eso. Eso es un crédito que hay que darle. Y otro asunto, es que el Ministerio de Salud Pública, nos guste o no, tiene que ser el ente rector de esta epidemia. Pero tiene que cambiar su manera de informarse. El presidente se tomó el atributo de ser la voz y creo que ha hecho un buen trabajo, pero tiene que asesorarse. Hay que hallar el silver lining, ver que todas las nubes tienen una orillita brillante y plateada.  Y eso sería que algún día logremos cambiar el sistema de salud, porque nos va a alcanzar a todos su abandono. De las cosas malas, tiene que salir algo bueno.

 

*Modificaciones: El 11/4/2020 a las 14hrs. se hicieron algunos cambios al texto (que quedan consignados con astérisco), a solicitud del entrevistado. Dichos cambios, se realizaron con fines de garantizar la precisión del mensaje. Y, en nada afectan el fondo del contenido. Fueron actualizados dos datos: Uno, en referencia a que el gobierno de Giammattei sí consultó a algunos médicos a título personal (en el texto original se afirmaba que no había convocado a nadie), pero no como miembros de la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas (AGEI), y que actualizó la información referente a las ayudas e insumos que está recibiendo el Hospital San Juan de Dios.

TE PUEDE INTERESAR

Subir
La realidad
de maneras diversas,
directo a tu buzón.

 

La realidad
de maneras diversas,
directo a tu buzón.